El presidente viajó a Nueva York durante menos de 24 horas para encabezar la sesión del Consejo de Seguridad de la ONU. Asistió en el marco de la presidencia rotativa del Consejo que corresponde a México durante el mes de noviembre.

El presidente se centró en sus temas favoritos: combate a la pobreza y a la corrupción. Intentó ligarlo con el tema del organismo, la seguridad internacional, asegurando que la justicia social y la erradicación de la corrupción son el camino para garantizar la seguridad. Según declaró el presidente, para superar la pobreza mundial, la ONU debería replicar los programas sociales que su gobierno implementa en México.

López Obrador propuso la creación del “Plan Mundial de Fraternidad y Bienestar”, que consistiría en entregar recursos económicos directamente a las 750 millones de personas más pobres del mundo. Para ello, explicó el presidente, se requeriría 1 billón de dólares anuales (es decir 1 millón de millones de dólares), que provendrían de tres fuentes: las mil personas más ricas del mundo aportarían 4% de sus fortunas; las mil empresas más grandes 4% de sus ingresos y cada país miembro del G20 aportaría 0.2% de su PIB.

Las burlas y críticas a un “plan” de esta naturaleza surgieron rápidamente. Durante la sesión, el representante de Rusia, Vasily Nebenzya, aclaró al presidente López Obrador que estaban en una sesión del Consejo de Seguridad, que no se ocupa de esos temas ni de implementar programas para atenderlos. Apuntó que hay otros organismos de la ONU especializados en esos asuntos. Además de esta aclaración sobre el funcionamiento de la organización, de manera educada mostró el enfoque equivocado del presidente: “Es preciso no perder de vista que el desarrollo por sí solo no puede garantizar la paz y que la paz no necesariamente garantiza el desarrollo”.

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El discurso de López Obrador no estaba, en realidad, dirigido a los diplomáticos presentes en la sala ni a las naciones del mundo. Como en todas las ocasiones en que ha participado en foros internacionales, aunque sea de forma remota, su intervención estaba hecha para el público mexicano y la prensa nacional. Es difícil creer que AMLO en realidad suponga que una propuesta como ésta, absurda y populachera, podría prosperar en Naciones Unidas. Él, como siempre, se dirige a su base electoral, en la que busca promover la idea de que es un hombre bueno que no sólo está luchando por el bienestar de los pobres de México, sino del mundo entero.

Lo que tal vez no pensó el presidente es que, antes de descartar la idea, algunos países y órganos de la propia ONU dedicarán tiempo a analizarla. Es decir, pondrá la lupa sobre México y los programas sociales que tanto presume. Tal vez sin querer, López Obrador llamará la atención sobre los 3.8 millones de personas que entraron en pobreza desde que asumió la presidencia; las estancias infantiles cerradas que atendían a miles de niños; la preferencia de su gobierno por contratos de asignación directa o su apuesta por las energías fósiles, mientras el resto del mundo discute cómo reducir emisiones de gases de efecto invernadero.

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