El canciller Marcelo Ebrard acudirá a la 76 Asamblea General de la ONU en representación del presidente López Obrador. En su agenda se contempla que el funcionario dé el mensaje a nombre del país, asista a la reunión del Consejo de Seguridad (del que México es miembro temporal) y participe en la Cumbre sobre Sistemas Alimentarios, así como en el Diálogo de Alto Nivel sobre Energía. Además, acudirá a la junta a la que convocó el jefe de la diplomacia estadounidense, Antony Blinken, en la que también se espera la presencia de cancilleres centroamericanos.

Ebrard irá a la Asamblea General a llamar la atención del mundo sobre la crisis migratoria con la que México tiene que lidiar. Su participación, junto con las intervenciones del resto de países interesados, ayudará a que la comunidad internacional preste sus oídos a este conflicto. Sin embargo, es poco probable que Ebrard pueda posicionar a México como líder de los esfuerzos para atenderlo. Ante la comunidad internacional, el país llega desacreditado tras defender a la dictadura cubana y tener al presidente Díaz-Canel como invitado de honor durante los festejos de la Independencia, además de mostrarse como aliado implícito de las dictaduras de Venezuela y Nicaragua. Esto se suma a las malas señales que ha dado el gobierno de México al exterior al no respetar los contratos ganados por empresas privadas en el sector energético.

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En la bochornosa cumbre de la Comunidad de Estados Latinoamericanos y Caribeños (Celac) que Ebrard organizó el pasado 18 de septiembre, México mostró al mundo que, al menos en este gobierno, no es capaz de tomar liderazgo internacional o regional. Su cercanía con las dictaduras latinoamericanas creó un ambiente de polarización entre las naciones participantes, que derivó en una división entre el bando de regímenes dictatoriales contra los democráticos.

Si México no es capaz de convocar a los países latinoamericanos a un diálogo civilizado, ¿por qué la comunidad internacional le confiaría el liderazgo de los esfuerzos globales para atender la crisis migratoria de la región? Tal vez el único acierto de la participación de México en la Asamblea General haya sido evitar la presencia de López Obrador. Ya ha sido suficiente descrédito para el país en unas cuantas semanas.

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