El viernes se llevó a cabo en la Ciudad de México el Diálogo de Seguridad de Alto Nivel entre México y Estados Unidos, encabezado por el presidente López Obrador, con la presencia del Secretario de Estado Antony Blinken y otros funcionarios estadounidenses, como el fiscal general.

¿Qué acordaron?

El resultado más importante del encuentro fue un nuevo acuerdo de cooperación para la seguridad de ambos países llamado Entendimiento Bicentenario, en sustitución de la Iniciativa Mérida. Los dos países se comprometieron a lo siguiente:

  • Proteger a “nuestra gente”, combatiendo el consumo de drogas, promoviendo el desarrollo económico y reduciendo los homicidios y los delitos de alto impacto.
  • Prevenir la delincuencia transfronteriza, protegiendo a las personas y los bienes comerciales, reduciendo el tráfico de drogas, el contrabando de armas y la trata de personas.
  • Desmantelar las redes criminales, persiguiendo a las personas vinculadas a financiamientos ilícitos y fortaleciendo los sectores de la seguridad y la justicia.

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Lo bueno

Hay voluntad política de ambos lados para solucionar el complejo problema de la seguridad, a diferencia de la situación durante la presidencia de Donald Trump.

Están sobre la mesa los dos temas más importantes para México, sin los cuales es imposible resolver los retos de seguridad en nuestro país: reducir la demanda de drogas en Estados Unidos y disminuir el flujo de armas que llegan ilegalmente a México desde ese país.

Lo malo

Los dos temas prioritarios para México están en la cancha de Estados Unidos y solucionarlos es una tarea titánica. Por un lado, Estados Unidos ha combatido el consumo de drogas en su país al menos durante medio siglo, sin éxito. Por otro lado, el control de armas es uno de los temas más delicados y divisivos en la política estadounidense, pues para una parte amplia de la población resulta inconcebible limitar la libre posesión y portación de armas. No es probable que el presidente Biden entre a esa guerra en su país por favorecer a México.

Habrá resistencia por parte de las instituciones de seguridad y procuración de justicia en México, pues difícilmente darán el acceso necesario a sus contrapartes estadounidenses. En este reto no ayudarán los recelos de López Obrador hacia la cooperación internacional, especialmente con Estados Unidos.

Los arreglos que, supuestamente, el gobierno de López Obrador tiene con el Cártel de Sinaloa serían un reto difícil de superar para que haya cooperación efectiva. A esto tendría que agregarse los presuntos acuerdos regionales que podría haber entre gobernadores y organizaciones criminales. No hay que perder de vista los señalamientos de supuestas negociaciones entre Morena y diversos cárteles para procurar el triunfo del partido de López Obrador y sus aliados en estados como Michoacán, Guerrero, San Luis Potosí y Sinaloa.

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