El viernes 5 de noviembre, el consejero presidente del INE Lorenzo Córdova compareció ante el pleno de la Cámara de Diputados. Lo convocaron para que explicara el presupuesto que el Instituto solicitó para 2022, que asciende a 24,650 millones de pesos, y que Morena y aliados consideraron “excesivo”.

El encuentro duró más de cinco horas, fue álgido y estuvo marcado por los desplantes de los legisladores morenistas contra Córdova. Lo llamaron “racista”, “clasista”, “traidor”, “cobarde”. Hubo, sin embargo, un hecho especialmente lamentable, protagonizado por el diputado de Morena Óscar Cantón. Cuando llegó a la tribuna para tomar la palabra, Córdova extendió el puño para chocarlo con el del diputado. Éste lo ignoró, y el consejero le dio dos palmadas en la espalda. La respuesta de Cantón fue “¡No me toques!, ¡qué te crees, igualado!”.

Vale la pena detenerse en el comportamiento del diputado Cantón. Rechazar el saludo a alguien y, peor aún, llamarlo igualado es una forma de descalificarlo, y en un contexto de discusión política, de negar su legitimidad. El movimiento de López Obrador se construye a partir de la construcción de la idea de “ellos contra nosotros” (pueblo bueno contra “mafia en el poder y fifís”). De ahí se sigue que, “si no están con nosotros, entonces están en contra”, sin importar de que se trate de la autoridad electoral, cuya obligación es, precisamente, ser imparcial.

Lujosa boda y doble moral en Morena

Para los morenistas, la idea de igualdad no se construye a partir del reconocimiento del otro como ciudadano, sino a partir de la preferencia política. Aunque maquiavélica, es una estrategia política poderosa que remueve nuestras pasiones más primitivas: al separar los buenos de los malos, construye un grupo culpable de las desgracias individuales y colectivas, que en este caso son los neoliberales (especialmente Carlos Salinas, “el villano principal”), los grandes empresarios, la clase media. Desde luego que resulta atractivo y cómodo aceptar la idea de que hay un grupo responsable de todo y, mejor aún, pensar que hay una persona, un padre todopoderoso y amoroso de nombre Andrés Manuel, que nos salvará de la desgracia.

Es sobre esta base de polarización y engaño que se explica la actitud de Óscar Cantón. Lo grave no es que sea un patán, sino que su actitud es síntoma de algo mucho más grave, el triunfo de una forma de hacer política a partir de la polarización de la sociedad y la manipulación del electorado.

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