El término “Cuarta Transformación” no es inocente. No es sólo un “apodo” para el gobierno de López Obrador. Hay más que eso. El termino es parte de un estilo de comunicación que busca “manipular el entendimiento y dirigir la conducta” de quien la recibe. En otras palabras, estamos ante un caso de propaganda política. Luis Antonio Espino retoma esta definición para analizar el término en cuestión y su versión abreviada “4T”.
En su libro López Obrador: el poder del discurso populista, Espino explica que este término tiene el objetivo de “moldear la percepción” de la ciudadanía sobre el presidente y su gobierno. La idea central de este estilo de comunicación es implantar y reafirmar en nuestras mentes que AMLO encabeza un proceso histórico de la magnitud de la Independencia, la Reforma y la Revolución. Esa noción es más o menos evidente, pero hay otros mensajes menos obvios que explica el autor. Retomamos dos:
- AMLO es un héroe patrio en vida, de la talla de Miguel Hidalgo y Benito Juárez.
- Quienes se oponen a sus ideas y políticas no son meros críticos, sino enemigos suyos y del pueblo, que no desean el bien común.
Una consecuencia grave de idealizar al presidente como personaje mítico es que sus acciones no pueden ser juzgadas como las de otros mandatarios. En esta narrativa, las críticas de la oposición, la prensa y la ciudadanía no tendrían cabida ni razón de ser, pues sólo la Historia (sí, con mayúscula) podrá juzgarlo. Esta idealización es peligrosa para un régimen democrático, porque cierra la puerta a la rendición de cuentas e intenta justificar que el “héroe” se salte las reglas cuando sea necesario (como lo ha hecho, aumentando los contratos por adjudicación directa o negándose a acatar las instrucciones del INE de no intervenir en las elecciones, por dar dos ejemplos).
Utilizar el término “Cuarta Transformación” es una forma de aceptar e interiorizar que vivimos un periodo extraordinario, por lo que se justifican acciones, actitudes y desmanes de los poderosos que también rebasan lo ordinario.