El PRI está en el ojo del huracán. En estos días, los dos extremos del panorama político se disputan su lealtad. Por un lado, AMLO y Morena y, por otro lado, el PAN y el PRD, con quienes el PRI forjó una alianza electoral y legislativa. Morena necesita los votos del Revolucionario Institucional para aprobar las reformas constitucionales del presidente, especialmente la que ha acaparado la atención estos días: la de la reforma eléctrica. En caso de dar sus votos a Morena, la alianza con los otros partidos de oposición podría romperse.
La decisión que debe tomar el PRI es, en sí, compleja, pues alinearse con uno u otro podría definir el peso político que tendrá en los próximos años. Pero la decisión se vuelve aún más complicada considerando que el partido no es un bloque homogéneo. Nunca lo ha sido, pero desde la derrota electoral de 2018 las diferencias internas se han agudizado y los distintos grupos de poder no han sido capaces de resolverlas.
El PRI hace corto circuito con la reforma eléctrica
De entrada, la senadora Claudia Ruiz Massieu se manifestó clara y tajantemente en contra de la reforma eléctrica en los términos en que la propuso el gobierno federal. Añadió, además, que confiaba en que la mayoría de sus compañeros de bancada en el Senado compartían su opinión y no darían su voto a esta iniciativa. Horas después, el presidente nacional del partido, Alejandro Moreno, reviró que se trataba sólo de la postura personal de la senadora y no la institucional del partido o de sus bancadas en el legislativo.
El martes de la misma semana, el grupo parlamentario del PRI en la Cámara de Diputados tuvo una reunión para discutir su posición frente a la iniciativa de reforma. Se difundió información de que no se lograron acuerdos y que la bancada se dividió entre quienes pretender dar el sí a Morena y los que prefieren votar en contra junto con el PAN y el PRD.
A este panorama de división interna se suman los diversos frentes que Alito Moreno tiene abiertos con personajes de peso en el partido. El más visible fue el del ex gobernador de Oaxaca, Ulises Ruiz, quien mantuvo tomados los accesos a la sede del PRI durante días, exigiendo la renuncia de Alito. Hubo violencia física y hasta un herido de bala. Otro de los personajes de cuidado para Moreno es el actual gobernador de Oaxaca, el priista Alejandro Murat. Según se rumora, Murat está operando a favor del presidente López Obrador, consiguiéndole los votos que necesita para pasar la reforma de la industria eléctrica. A cambio, se ha reportado, se convertiría en el nuevo director de la Compañía Federal de Electricidad.
Estos son sólo dos de los conflictos con los que el dirigente nacional debe lidiar. Es una compleja situación para el partido, pues tiene que enfrentar, al mismo tiempo, las presiones de AMLO y Morena, sus compromisos con la alianza con el PAN y el PRD y los numerosos conflictos internos. El PRI atravesó ya una fuerte crisis de división tras perder la Presidencia de la República en el año 2000. Si bien la situación era menos crítica, pues mantenía la mayoría de las gubernaturas y una fuerte presencia en el Poder Legislativo, el partido supo sortear diferencias y lograr acuerdos que aseguraron su supervivencia y relevancia por casi dos décadas más. Está por verse si serán capaces de hacerlo nuevamente.