Por: Isaías ML

@pistorey

La llegada de Claudia Sheinbaum a la presidencia de México representa un momento histórico, marcando la primera vez que una mujer ocupa el cargo más alto en el país. Sin embargo, a pesar de este avance significativo en términos de representación, es difícil no abordar la cuestión de si realmente experimentaremos un cambio sustancial en la dirección que ha tomado el país bajo el gobierno de Andrés Manuel López Obrador. 

A lo largo de su mandato, la administración de AMLO ha dejado un sabor amargo en diversos temas, yo me quiero centrar en dos en específico: la militarización de la seguridad pública y la inclusión de políticos de otros partidos que, al migrar a MORENA, parecen haber lavado su historial de corrupción. 

La militarización del país ha sido una de las decisiones más controvertidas de este gobierno, pues la implementación de estrategias que han priorizado el uso de las fuerzas armadas para tareas de seguridad pública ha generado inquietud en una población que aspira a un Estado de derecho sólido, sobre todo, cuando AMLO se la pasó diciendo y diciendo que no era la solución cuando estuvo más de 18 años como candidato. 

En lugar de abordar los problemas de raíz con una política de seguridad integral, se ha optado por un enfoque que, aunque busca la pacificación, ha sido criticado por su falta de efectividad y por la creciente violencia en varias regiones del país. 

Por otro lado, el cambio de estafeta a Claudia Sheinbaum también implica examinar el fenómeno de la “nueva política” que se ha impulsado desde el partido en el poder. 

Por ejemplo, la entrada de exmiembros del PRI y del PAN, u otros partidos, a las filas de MORENA ha suscitado desconfianza. La percepción de que, al unirse a Morena, estos políticos han dejado atrás su pasado corrupto y ahora son “limpios” resulta difícil de digerir para muchos ciudadanos que han sido testigos de años de prácticas corruptas y nepotismo en la política mexicana. 

Este cambio de bandos parece más una estrategia de supervivencia política que un verdadero compromiso con la ética y la transparencia. 

Si bien el simbolismo de tener a una mujer en la presidencia es crucial y puede inspirar a futuras generaciones de líderes, la realidad es que el cambio de gobierno debe ir más allá de la figura que lo ocupa. 

La pregunta que queda en el aire es si la llegada de Sheinbaum traerá consigo un giro real en las políticas y prácticas que han caracterizado a la administración de AMLO. 

La sociedad mexicana anhela un gobierno que no solo se enfoque en el discurso, sino que también implemente cambios estructurales en áreas como la justicia, la seguridad y la corrupción. La esperanza radica en que Sheinbaum pueda aprovechar su posición histórica para implementar políticas que realmente reflejen las necesidades y demandas de la ciudadanía. 

Aunque el ascenso de Claudia Sheinbaum a la presidencia es un hito que debe celebrarse, también es esencial mantener una mirada crítica sobre el futuro inmediato del país. 

La historia reciente nos ha mostrado que las promesas de cambio no siempre se traducen en acciones efectivas, y es vital que la nueva presidenta aborde los desafíos que enfrenta México con la determinación de ofrecer no solo una figura simbólica, sino un verdadero liderazgo que beneficie a todos los mexicanos.