En la conferencia matutina del 24 de septiembre, el presidente López Obrador leyó un tuit en el que se usa insultos en contra de su esposa, Beatriz Gutiérrez Müller, y contra él mismo. El contenido proviene del usuario Aldo Aldrete, quien, según señaló AMLO, parece ser uno de los treintaiún científicos a quien la Fiscalía General de la República investiga por presuntos actos de corrupción.

El mandatario pidió que el tuit se proyectara en pantalla y leyó lo siguiente en voz alta: “Comiencen con la puta pseudoescritora, pseudoinvetigadora, ¿No saben quién es? LA ZOPILOTA, esa idiota que no sabe ni escribir una frase sin faltas de ortografía, ella no tiene ningún fuero, y gracias al pendejo loco imbécil ese al que hoy limpian los zapatos ustedes y gertz”.

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¿Por qué AMLO se toma el tiempo de leer en público insultos dirigidos a él y a su esposa? Ambos reciben estos calificativos, y peores, todos los días en redes sociales, al igual que los presidentes que lo precedieron y como sucede con la mayoría de los mandatarios y las mandatarias del mundo. Es decir, no es una novedad ni contribuye en nada a la discusión de la vida pública. ¿Qué gana el presidente con este desplante?

La polarización está en el corazón de la política de López Obrador. Su éxito se sustenta en una narrativa de malos contra buenos, de gente corrupta con privilegios y sin moral contra gente buena y desposeída. Y el abanico de rufianes es amplio y se ajusta a conveniencia del discurso del presidente: ahí están los gobernantes anteriores, los políticos de oposición, el empresariado, los intelectuales, los periodistas, hasta la clase media. Sin villanos, no hay héroe; sin figuras identificables contra las cuales luchar en favor de los más necesitados, no hay “Cuarta Transformación”.

En este caso, el presidente López Obrador pretende usar las ofensas contra su esposa y contra él mismo como evidencia de la existencia de dicha élite, que no sólo controla la política y la economía, sino que también es inmoral y soberbia. Se trata, simplemente, de una oportunidad más para intentar probar que esos malvados son malos en serio y que están muy enojados porque él les está quitando esos privilegios. Por cierto, en las listas que se han publicado en la prensa de las personas científicas investigadas no aparece el nombre de “Aldo Aldrete”.

El tren populista y polarizador en marcha necesita combustible, y López Obrador no dejará de proveerlo, utilizando la imagen de su esposa o cualquier recurso útil que esté a la mano.

¿López Obrador es populista?