La titular del Conacyt, María Elena Álvarez Buylla anda en la grilla.
Poca atención le merece la ciencia que, en estos momentos, ante la nueva escalada de la pandemia, debería ser el todo para los gobiernos en cualquier parte del mundo.
Mientras Pfizer anunció hace unos días que en un estimado de tres meses tendría (si fuera necesario) la adaptación de su vacuna para combatir a la nueva variante del coronavirus detectada en Sudáfrica, llamada Ómicron, en México, la vacuna Patria, como osaron llamar al producto nacional, brilla por su ausencia.
En febrero de 2021 fue anunciada por el Presidente Andrés Manuel López Obrador y, en abril, Álvarez Buylla presentó el programa de producción del biológico.
Éste establecía que la primera fase de prueba concluiría en mayo, y la fase dos entre junio y julio.
Es decir que, para octubre o noviembre tendría lista la tercera.
“Tenemos la participación de científicos de altísimo nivel, de universidades tanto nacionales como internacionales, de manera destacada la empresa Avimex y también de los Institutos Nacionales de Salud pública en México y del Instituto Mexicano del Seguro Social (IMSS) para la parte de investigación clínica”, presumió la directora del Conacyt.
Sin embargo, han argumentado que el atraso se debió a la tercera ola de contagios que tuvo lugar en julio pasado, provocada en gran parte por la variante Delta.
Al respecto, el Presidente López Obrador informó esta semana que la primera fase del desarrollo de la vacuna ha dado buenos resultados, por lo que confió en que estará lista en 2022.
“En la primera etapa son buenos los resultados, pero prefiero que ella (la titular del Conacyt) sea la que informe esto, yo estoy optimista y creo que vamos a poder tener ya esa vacuna para el año próximo”, afirmó el Mandatario en conferencia de prensa matutina.
Se estima que el Gobierno federal ha invertido hasta el momento 180 millones de pesos para el desarrollo de la investigación de la vacuna.
No obstante, tal como ocurrió con la producción de ventiladores mexicanos para atender la emergencia sanitaria, los cuales tardaron cerca de un año en ver la luz, tal parece que la titular del Conacyt anda más ocupada en su combate a la “ciencia neoliberal”, denunciando a investigadores que le son incómodos e incluso imponiendo a directores de instituciones académicas tal como ocurrió en el CIDE.
Pareciera que en efecto están haciendo las cosas de forma diferente, aunque no precisamente para bien.