En la mañana del 30 de agosto, alcaldes electos de oposición sufrieron agresiones físicas por parte de la policía de la Ciudad de México, que les impidió el paso a la Asamblea Legislativa.
Resulta que en dicho recinto se pretendía dar “madruguete”, aprovechando las últimas horas del periodo para aprobar modificaciones a las facultades de los alcaldes relacionadas con seguridad y desarrollo inmobiliario. Los mandatarios que asumirán funciones el 1 de octubre pretendían expresar su punto de vista sobre los temas que repercutirán en su tarea cotidiana.
Sin embargo, la policía de la Ciudad de México estrelló un escudo en la cara de una alcaldesa electa, aplicó toques eléctricos a uno más e incluyó en el forcejeo y empujones a otros dos. Además, según las declaraciones, los oficiales sustrajeron el celular en que una diputada electa registró los hechos. No es cualquier cosa.
Lo que hizo la policía de la CDMX no fue sólo golpear personas, sino impedir la expresión de ideas y cancelar el diálogo con el uso de la fuerza.
Tras las agresiones, los afectados acusaron de autoritarismo y represión al gobierno de Claudia Sheinbaum. Las reacciones y muestras de apoyo no se hicieron esperar. Bueno, hasta Anaya salió de su escondite para pronunciarse.
Una característica fundamental de un régimen autoritario es la eliminación de los contrapesos al poder o al menos el intento de desaparecerlos. ¿Te suena familiar? Éste es uno de los sellos del gobierno del presidente López Obrador. Entre sus tácticas favoritas está atacar permanentemente a la prensa crítica y llenar, hasta donde puede, el Poder Judicial y los órganos autónomos de personas leales.
En especial, hay una práctica autoritaria que AMLO ha explotado con éxito durante décadas para impulsar su movimiento: deslegitimar opositores. AMLO lo ha hecho mediante el discurso, llamándolos “mafia en el poder”, acusándolos de tener el único fin de obtener beneficios personales. Claudia Sheinbaum parece haber superado al maestro. Pasó de la violencia verbal y simbólica que tanto caracteriza a Morena a la violencia física.
Desde que pasaron las elecciones intermedias, la violencia política contra opositores ha aumentado. Por un lado, se está persiguiendo presuntos casos de corrupción de políticos de oposición, como Ricardo Anaya, mientras las corruptelas de los hermanos de AMLO y Manuel Bartlett, por citar sólo algunos, quedan en la impunidad. Por otro lado, se acusa al gobernador morenista de Veracruz Cuitláhuac García de tener como preso político a Rogelio Franco Castán, a quien no se ha liberado, según su defensa, para evitar que asuma el cargo como diputado que logró en el pasado proceso electoral. Ahora, la policía a cargo de Claudia Sheinbaum golpea a alcaldes de oposición. Las alarmas del autoritarismo siguen sonando, para quien las quiera escuchar.