El posible panorama de tener una mujer presidenta en México conlleva transformaciones en, por lo menos, dos esferas cruciales: la cultural y la laboral. Esta perspectiva no solo representa un hito histórico sino también una oportunidad para redefinir las dinámicas de género arraigadas en nuestra sociedad. 

Comenzando por el hecho de tener dos candidatas: Claudia Sheinbaum, representante de una postura progresista, y Xóchitl Gálvez, respaldada por una coalición de perfil conservador, para las elecciones de 2024, México ya piensa en la primera presidenta de su historia -ser parte de este cambio de paradigma me emociona en todo sentido-. 

El hito de tener a dos mujeres disputando la dirección de un país arraigado en el machismo es realmente significativo. Y repito, una mujer ocupará la silla presidencial. Este acontecimiento es un gran paso para la equidad de género en el país y, además, nos coloca en un selecto grupo al que muchos países occidentales están muy lejos de pertenecer. 

Impacto cultural 

En el ámbito cultural, la elección de una mujer para liderar el país podría desencadenar una evolución en las percepciones tradicionales sobre los roles de género, fomentando una mentalidad más inclusiva y equitativa. Podríamos presenciar un impulso hacia el empoderamiento femenino, inspirando a las mujeres mexicanas a aspirar a roles de liderazgo y desafiando los estereotipos que han limitado históricamente las oportunidades. 

Dinámica laboral 

En el ámbito laboral, la presencia de una mujer presidenta podría marcar el comienzo de un cambio sustancial en la dinámica laboral. El “techo de cristal” que ha impedido el progreso de las mujeres en roles ejecutivos y de toma de decisiones podría empezar a resquebrajarse. Esta transformación abriría la puerta a una mayor representación femenina en puestos clave, generando un impacto positivo en la cultura organizacional y fomentando la implementación de políticas que aborden la brecha de género. 

La diversidad de perspectivas que una líder femenina aportaría también podría influir en la formulación de políticas laborales más inclusivas y en la creación de entornos de trabajo que promuevan la igualdad de oportunidades para todos. 


Ambas candidatas emprenderán una lucha para forjarse un camino independiente, distante de paternalismos e influencias de líderes partidistas masculinizantes. Es nuestro momento como mujeres. Veremos cómo responde el país. 

Daniela Cervantes