1. El caos comienza con la primera carcajada
Con la llegada del verano, el hogar se convierte en una jungla donde conviven juntas la videollamada, el grito de “¡ya me aburrí!” y la canción pegajosa del videojuego de moda. 

Mientras los niños gozan su libertad sin uniforme, los adultos enfrentan el reto de trabajar en un entorno que ahora parece parque, escuela, cine y sala de juegos… todo al mismo tiempo. El silencio se vuelve un recurso escaso y el multitasking alcanza niveles olímpicos.

2. Zonas seguras: divide y conquistarás
La estrategia más efectiva para conservar la cordura es crear zonas bien delimitadas. Una mesa libre de crayones, plastilina y juguetes se convierte en terreno sagrado de productividad. 

Al mismo tiempo, los niños pueden tener su “zona de verano”, equipada con libros, juegos, rompecabezas o materiales para manualidades. Así, cada quien tiene su espacio y el riesgo de encontrar yogur en el teclado disminuye considerablemente.

3. La pantalla: aliada con tiempo límite
En estos tiempos modernos, negar el poder hipnótico de las pantallas sería absurdo. Sí, pueden ser una herramienta útil para ganar unas horas de concentración, pero con control. 

La clave está en equilibrar: películas sí, pero también juegos fuera de línea, actividades físicas o retos creativos como dibujar un monstruo o construir una fortaleza con cojines. El objetivo no es que pasen un verano “digital detox”, sino evitar que terminen hablando con Siri más que con humanos.

4. Reuniones con invasiones infantiles
En plena junta, nada sorprende ya: desde un niño preguntando si los dinosaurios usaban ropa interior hasta una muñeca bailando frente a la cámara. Lo importante es normalizarlo. En muchos hogares, los compañeros de trabajo ya conocen al hijo menor, al perro y hasta al peluche favorito. Aceptar la realidad con humor es más útil que intentar ocultarla. Después de todo, es verano, no una oficina del siglo XIX.

5. Sobrevivir con humor… y snacks escondidos
No hay fórmula mágica. Solo estrategias temporales, rutinas flexibles y una buena dosis de paciencia. Trabajar desde casa con niños en vacaciones es un acto de equilibrio constante. 

Pero también puede ser un tiempo valioso, lleno de momentos caóticos que algún día serán anécdotas dignas de carcajadas. Entre reportes y dibujos, juntas y guerras de almohadas, lo esencial es sobrevivir sin perder la cabeza… ni el escondite secreto de los snacks.

¿Y tú, qué piensas?

Karina González