Por: Isaías ML
@pistorey
Con el cierre del sexenio de Andrés Manuel López Obrador (AMLO), se pone punto final (¿o seguido?) a uno de los periodos más controvertidos en la política mexicana.
Desde antes de su llegada al poder en 2018, no faltaron voces que advertían que México estaba en el umbral de convertirse en “otra Venezuela”, un país sumido en crisis económica, política y social. Se dijo una y otra vez, casi como un mantra en ciertos círculos, que AMLO era “un peligro para México”, que la Cuarta Transformación (4T) nos arrastraría hacia el colapso y la dictadura. Sin embargo, ahora, a seis años de distancia, es evidente que esa narrativa era exagerada y, francamente, absurda.
En primer lugar, comparar la situación de México con la de Venezuela bajo el mandato de AMLO no solo fue erróneo, sino que también evidenció una falta de comprensión de las realidades políticas y económicas de ambos países. Sí, es cierto que la administración de López Obrador fue disruptiva y tomó decisiones controvertidas, pero hablar de una “venezolanización” de México fue, y sigue siendo, una afirmación sin fundamento.
No somos Venezuela. Punto. A lo largo del sexenio, México siguió siendo una economía robusta y con capacidad de recuperación, a pesar de los retos globales como la pandemia. Se mantuvieron las libertades individuales, el mercado no colapsó y las instituciones, aunque sometidas a presiones, no fueron desmanteladas. Además, los ciudadanos seguimos gozando de derechos democráticos esenciales: libertad de prensa, derecho a la manifestación y pluralidad política.
Lo que resulta aún más incoherente es que, ahora que AMLO está por dejar el poder, algunos de los mismos críticos han pasado de advertir sobre la “venezolanización” a afirmar que vivimos en una dictadura.
Sin embargo, es importante detenernos y reflexionar: si realmente viviéramos en una dictadura, ¿cómo es posible que estas mismas personas puedan decirlo sin ninguna consecuencia? ¿Cómo pueden organizar marchas en contra del gobierno, bloquear calles y plazas, llenar las redes sociales con sus críticas? En una dictadura verdadera, como las que conocemos históricamente, estos actos serían impensables, y quienes se atreverían a expresarlos enfrentarían una represión brutal.
México no es Venezuela, ni vivimos bajo una dictadura. Estas afirmaciones son parte de una estrategia política que busca infundir miedo y polarización, pero cuando las examinamos detenidamente, se caen por su propio peso. El hecho de que se puedan realizar manifestaciones masivas y críticas feroces contra el presidente y su gobierno demuestra, precisamente, lo contrario: seguimos viviendo en una democracia, imperfecta tal vez, pero democracia al fin.
Es momento de dejar atrás esas comparaciones simplistas y alarmistas. El legado de AMLO, como el de cualquier presidente, será juzgado por sus acciones, por sus aciertos y errores, y no por las exageraciones de sus detractores.
Con el fin de su sexenio, nos queda claro que México sigue siendo México, con sus propias complejidades y desafíos, pero muy lejos de ser “otra Venezuela” y que si vivimos en una dictadura, habrá sido la más corta de la historia.