Hoy en día, es común que una parte de nosotros viva más en línea que fuera de ella. En redes sociales como Instagram, TikTok o Facebook mostramos pedazos de nuestra vida: la salida con amigos, el outfit del día, un café bonito, una selfie con filtro. Pero, ¿qué tan reales somos en estas plataformas?
Muchas veces creamos una especie de “versión editada” de nosotros mismos. Elegimos qué mostrar, cómo decirlo, y cuándo. No es que esté mal. Todos lo hacemos. Pero con el tiempo, esta versión online puede empezar a alejarse mucho de cómo nos sentimos en realidad.
A veces, podemos estar tristes, inseguros o simplemente agotados, pero subimos una historia riendo o bailando. ¿Por qué? Tal vez porque queremos dar una imagen de que todo está bien, o porque sentimos presión de ser siempre interesantes o felices. Esa es la famosa “doble vida digital”.
Además, no solo se trata de aparentar. Las redes también nos hacen compararnos todo el tiempo. Vemos vidas que parecen perfectas y empezamos a pensar que la nuestra no es suficiente. Pero lo que vemos en pantalla es solo una parte, no la película completa.
Entonces, ¿qué podemos hacer? Tal vez lo primero es recordar que todos editan su vida en redes. Que no somos los únicos que nos sentimos diferentes fuera de pantalla. Y que está bien no tener una vida “instagrameable” todo el tiempo.
Mostrarse real también puede ser un acto valiente. No se trata de compartir cada emoción negativa, sino de sentirnos libres de no tener que fingir siempre.
Porque al final, lo más importante es estar bien con uno mismo, incluso cuando nadie nos está mirando.
Por : Andy I.