En redes sociales proliferan los videos de mujeres jóvenes que muestran con orgullo su rutina de limpieza, cocina gourmet para el esposo, cuidados estéticos diarios y un estilo de vida que parece sacado de los años 50. A simple vista, podría parecer un inocente giro estético o una búsqueda de estabilidad en un mundo caótico… pero ¿y si esta tendencia no fuera tan inocente?
¿Quiénes son las “esposas perfectas” de hoy?
Basta con abrir TikTok o Instagram para encontrar una escena repetida: una joven perfectamente peinada coloca la vajilla con delicadeza mientras su voz en off explica cómo organizar una cena romántica para su esposo después de un largo día de trabajo. No hay rastro de caos, de rutina acelerada ni de cansancio. Solo orden, ternura y devoción.
Estas mujeres se hacen llamar “tradwives” y reivindican un modelo que parecía haber quedado atrás. Con estética vintage, evocan a la ama de casa idealizada de mediados del siglo XX. Pero no se trata solo de una moda estética o de nostalgia retro: lo que promueven es una filosofía de vida centrada en la obediencia, el rol doméstico y la feminidad pasiva. Según ellas, el verdadero empoderamiento está en “regresar a lo esencial”: cuidar del hogar, del marido y de los hijos.
¿Por qué ahora? El contexto social y emocional
En un mundo que parece girar cada vez más rápido —con empleos precarios, ansiedad generalizada y vínculos cada vez más líquidos— no es extraño que algunas personas busquen refugio en modelos que prometen estabilidad. La vida de las “tradwives” ofrece precisamente eso: rutinas claras, jerarquías definidas y un propósito que no depende del éxito profesional ni del reconocimiento externo.
Muchas de estas mujeres son jóvenes que crecieron escuchando que podían ser lo que quisieran, pero se encontraron con un sistema que las agotó: carreras universitarias endeudadas, jornadas laborales extenuantes, relaciones poco comprometidas. En ese terreno fértil, la idea de volver al hogar como un santuario cobra fuerza. No porque sea más fácil, sino porque parece más predecible. Y en tiempos de incertidumbre, la previsibilidad se vuelve tentadora.
El hilo invisible con la ultraderecha
Aunque muchas de estas influencers insisten en que su estilo de vida no tiene un trasfondo político, los paralelismos con los discursos conservadores más tradicionales son difíciles de ignorar. En varios países, la ultraderecha ha encontrado en este tipo de representaciones un aliado perfecto: mujeres que renuncian voluntariamente a su independencia para asumir el rol de cuidadoras sumisas.
No es coincidencia. A lo largo de la historia, los proyectos autoritarios han necesitado mujeres que sostengan la estructura familiar, que eduquen a los hijos en valores conservadores y que no cuestionen el rol de los hombres como líderes. En este nuevo escenario, las “esposas perfectas” se convierten en una especie de embajadoras culturales del regreso a “lo natural”, lo “correcto”, lo “ordenado”. Un orden que, casualmente, siempre beneficia a los mismos.
¿Elección o trampa disfrazada?
Uno de los argumentos más comunes que defienden estas mujeres es la idea de la “libertad de elección”: que nadie debería juzgar a una mujer por querer ser ama de casa. Y en teoría, eso es cierto. El problema surge cuando esa elección se presenta como la única deseable, y se enmascara bajo una supuesta libertad que ignora los condicionamientos culturales, económicos y sociales que empujan a muchas a elegir ese camino como una forma de escape más que de realización.
¿Es realmente libre una decisión tomada en un contexto donde la autonomía económica es cada vez más difícil de alcanzar? ¿Dónde las alternativas al modelo tradicional son estigmatizadas? En ese marco, lo que se presenta como una “decisión personal” puede ser en realidad la respuesta más cómoda —y más funcional al sistema— ante una falta de opciones reales.
Entre la nostalgia y la manipulación cultural
Hay algo seductor en imaginar un mundo más simple, donde los roles están definidos, el amor es para siempre y el hogar es un refugio contra el caos exterior. Esa imagen es la que venden, una y otra vez, las “tradwives”. Pero es una imagen idealizada, profundamente editada y —sobre todo— ficticia.
La realidad histórica nos recuerda que esa supuesta edad de oro del hogar feliz no fue tal: las mujeres de los años 50 también vivían oprimidas, invisibilizadas y muchas veces infelices, atrapadas en una estructura que no les permitía ser otra cosa. La diferencia es que ahora, en lugar de imponer ese modelo desde el Estado o la Iglesia, se promueve desde los algoritmos y el branding personal. Lo que antes era una obligación, hoy se presenta como una “marca personal”.
La libertad no debería doler
Ser ama de casa no es un problema. El problema es cuando ese único modelo se presenta como ideal, y las alternativas (educarse, trabajar, decidir no tener hijos, ser queer o feminista) se ridiculizan o atacan.
La nueva ola de “esposas perfectas” no es una tendencia estética: es un síntoma del retroceso político y cultural que estamos enfrentando.