El acontecimiento político más importante del fin de semana fue una cena en las Lomas de Chapultepec. No se trató, como pensaríamos, de una reunión en la que los tiburones del poder decidieron cómo mover los hilos del país. El evento en cuestión fue, en cambio, una cena privada en un restaurante asiático llamado Hunan, a la que asistieron Emilio Lozoya, ex director de Pemex, y quien se presume es su pareja sentimental, Doris Beckman, además de otras personas.

La periodista Lourdes Mendoza acudió al restaurante cuando un comensal le informó de la presencia de Lozoya Austin. Una vez en el establecimiento, intercambió algunas frases con el ex funcionario y le tomó fotografías para recopilar evidencia de que el sujeto se encontraba allí. Mendoza es una de las personas a las que, según declaraciones del propio Lozoya, entregó sobornos relacionados con el caso Odebrecht. Las imágenes se viralizaron rápidamente y acapararon la discusión pública.

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¿Qué representa esta cena?

Las fotografías de Emilio Lozoya en un lujoso restaurante de la zona más acaudalada del país son una bomba para el presidente Andrés Manuel López Obrador. El mensaje que transmiten esas imágenes es el fracaso de su supuesta lucha contra la corrupción.

Según el discurso de López Obrador, la corrupción y la impunidad terminaron en el momento en que él asumió la presidencia. Sin embargo, la cena del ex director de Pemex muestra que la impunidad en el país goza de perfecta salud. Lozoya confesó haber recibido 10 millones de dólares en sobornos de la empresa brasileña Odebrecht y, sin embargo, disfruta con total libertad de una lujosa cena en compañía de sus amistades.

Supuestamente, Lozoya está fuera de prisión puesto que se acogió a la figura de testigo colaborador. Es decir, negoció con la Fiscalía General de la República continuar su proceso en libertad a cambio de proveer información que implicara en actos ilícitos a sus superiores jerárquicos, que, en este caso, sólo puede tratarse del ex secretario de hacienda Luis Videgaray y del ex presidente Enrique Peña Nieto. Ha pasado más de un año desde que el indiciado aportó las supuestas pruebas, sin que se haya procedido contra dichas personas.

En resumen, la cena de este personaje puede tener varias lecturas con respecto al presidente López Obrador, y ninguna lo favorece. La primera, como cómplice y alcahuete de corruptos; la segunda, como un gobernante ineficiente, incapaz de combatir la corrupción, su principal bandera; la tercera, como la burla del ex director de Pemex. Buen provecho, Emilio.

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