Por Isaías ML
El mes de octubre trajo dos sucesos que, aunque parece que no guardan relación alguna, la tienen: las fotos tomadas por Lourdes Mendoza a Emilio Lozoya en un restaurante de lujo de la CDMX y las protestas en la refinería de Dos Bocas en Paraíso, Tabasco.
En el primer caso, acontecido el 9 de octubre, la periodista Lourdes Mendoza subió a su cuenta de Twitter varias fotografías en donde se mostraba al exdirector de Pemex cenando en el restaurante de comida china Hunan, dejando en claro que no se encuentra en arraigo domiciliario.
En el segundo caso, sucedido el 13 de octubre, los medios de comunicación informaron sobre las protestas de trabajadores de ICA Fluor en la refinería de Dos Bocas en Tabasco, de las cuales derivaron enfrentamientos con diversos elementos de la Guardia Nacional y la Secretaría de Marina.
¿Y cuál es la relación que guardan este par de temas? La politización de la información, pues en ambos casos se dan sucesos que indican que a muchas personas, inmersas en las redes sociales, no les importa la información sino el emisor.
La politización de lo sucedido con Mendoza y Lozoya hizo que las personas se dividieran en dos bandos: los que creen a la periodista y los que no porque “trae agenda”, recordando que fue acusada de recibir sobornos para manejar información a favor del PRI durante el sexenio de EPN.
Respecto a lo sucedido en Dos Bocas, la politización generó una ola de fake news, (des)informando la supuesta muerte de un trabajador a manos de las autoridades, lo cual fue utilizado para golpeteo político por personajes como Jesús Ortega, exdirigente del PRD, y el expresidente Felipe Calderón.
La información como arma de doble filo
La politización de la información ha llegado a tal grado que los ciudadanos se enfocan más en quién la da, ya sea una persona o un medio de comunicación, y la desestiman a priori con base en prejuicios. Sin embargo, también podemos encontrar el otro lado de la moneda, ya que si la información ayuda a atacar con quien no se simpatiza, se toma como verdad absoluta.
Por ejemplo, si hay un seguidor de AMLO, comprometido con el proyecto obradorista, los medios como Reforma, El Universal o Latinus, de Carlos Loret de Mola, carecen de veracidad. Por el contrario, si hay alguien que esté en contra del tabasqueño, utilizará la información de estos medios para atacarlo.
Lo mismo sucedió con Lourdes Mendoza, quien después de las acusaciones de Emilio Lozoya quedó “mal parada” ante el ojo público y, aunque mostró pruebas contundentes de que el exdirector de Pemex sigue gozando de privilegios, hubo personas que minimizaron el asunto.
En el caso de Dos Bocas sucedió algo parecido. Diversos ciudadanos y personajes políticos utilizaron la información falsa sobre la muerte de un trabajador (que sí sucedió, pero en mayo y en condiciones diferentes a las reportadas) para atacar al gobierno en turno, sin detenerse a consultar otras fuentes o a hacer una investigación más exhaustiva sobre si era real o no.
En conclusión
Sea cual sea el caso, la politización de la información hace que las personas no se detengan a analizar, se tomen posturas radicales y se cierre la puerta del debate, ya sea en redes sociales o en su círculo cercano.
No está mal comprometerse con los proyectos políticos con los que se tiene puntos de encuentro, pero tampoco se puede dejar de lado el compromiso con la verdad, con el análisis y con lo sucedido en nuestra vida pública.
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