El verano tiene algo mágico. Tal vez sea el calor, las vacaciones o esa sensación de que todo puede pasar. En medio de esa energía ligera y efervescente, los amores de verano florecen como bugambilias. Y sí, son intensos, breves y a veces hasta inolvidables. Pero, ¿cómo tener un amor de verano sin salir con el corazón chamuscado?
No busques, pero estate abierta
Los amores de verano no se fuerzan. Surgen cuando menos lo esperas: en la fila del helado, en una fiesta en la playa, en un curso intensivo de cerámica. La clave está en estar abierta a nuevas conexiones, sin presionarte ni esperar que sea “el indicado”. El verano es terreno de lo inesperado.
Vive el presente
Un amor de verano es, ante todo, un ejercicio de presencia. No pienses en el “¿y qué va a pasar cuando termine agosto?” Mejor pregúntate: “¿Qué quiero vivir hoy?”. Es un pacto no escrito: disfrutamos mientras dure, sin hacer promesas eternas.
Sé honesta desde el principio
No hay nada más sexy que la claridad. Si solo estás buscando algo casual o si sabes que volverás a tu ciudad en dos semanas, dilo. Muchas tragedias veraniegas se evitan con una conversación sincera y a tiempo.
Crea recuerdos, no expectativas
Tómense fotos ridículas en el parque de diversiones, bailen hasta el amanecer, vean estrellas aunque no sepan nada de astronomía. Los amores de verano no siempre duran, pero sus recuerdos pueden darte calor en pleno enero.
Cuida tu corazón (y tu cuerpo)
La pasión está bien, pero también lo están los límites. No confundas intensidad con conexión profunda, ni cercanía física con amor verdadero. Y sí: usa protección, emocional y sexual.
Acepta que puede tener un final
Y está bien. No todos los vínculos están hechos para durar. Algunos llegan solo a enseñarnos algo, a devolvernos la fe, o a mostrarnos que aún podemos enamorarnos. A veces, dejar ir es parte del encanto.
Un amor de verano puede ser una chispa, un fogonazo o una mini historia que guardes como un tesoro. Lo importante es vivirlo con los pies en la arena y el corazón ligero. Porque al final, lo que importa no es cuánto dura, sino cuánto nos hace sentir vivos.