Seguramente has llegado a tu oficina desde muy temprano (si es que pudiste subir al metro o metrobús rápido) y te encuentras con que la señora de los tamales no fue a trabajar. Para quitarte el antojo prefieres tomar una taza de café; sin embargo, te dan la desagradable noticia de que ya se acabó. Éstos y otro tipo de acontecimientos que nos suceden a diario en nuestro trabajo son los que podemos considerar dentro de las 5 tragedias Godínez que todos hemos vivido.

Pero, primero que todo, ¿cómo podemos definir a los Godínez? Si bien no hay una definición como tal, podemos deducir que esta especie de la selva de asfalto es la que corresponde a los individuos que trabajan en oficina, pública o privada, con un horario laboral en la mayoría de las ocasiones de 9 a 6:30 y que usan “ropa de vestir” de lunes a viernes; si tienes suerte, probablemente el último día de la semana laboral puedas ir con pantalón de mezclilla, claro, sin roturas.

A mí, la verdad, el término se me hace bien absurdo, por no decir una mala palabra, pero en fin, te presentamos 5 tragedias Godínez que todos hemos vivido todos y con las que te sentirás identificado, al menos con una.

Que la señora de los tamales no se ponga

Vas sin desayunar desde tu casa porque “para variar” se te hizo tarde y mientras viajas en el transporte público te saboreas una rica guajolota (una torta de tamal para los que no son de México) con su respectivo atole pero, ¡oh, sorpresa!, el puesto no está y te quedarás con hambre hasta la hora de tu descanso mientras maldices que no haya ido Doña Mago. Sin duda la peor manera de empezar el día.

Que el transporte público se te vaya

No hay nada más frustrante para un Godínez que llegar a la parada del camión (sin albur), al andén del Metro o del Metrobús y que veas cómo se va, peor si llevas prisa. Está claro que la única forma de evitar este sentimiento de “la vida no vale nada” es levantándote 5 minutos más temprano, verás que es la única solución ante dicho problema.

Perder tu bono de puntualidad

Si ves a una persona corriendo con zapatos, pantalón y camisa, deja el paso libre, tal vez sea (o haya sido) uno de nosotros intentando llegar temprano al trabajo para no perder el bono de puntualidad y con ello, un dinerito extra. Es demasiado triste llevar un registro perfecto durante todo el mes y que lo pierdas porque el Metro o el Metrobús iba demasiado lento, situación que en el DF casi nunca sucede (sí, ajá). Perder tu bono de productividad es como si perdieras a un hijo, según estudios cuya fuente no revelaremos, en algunos casos es hasta más doloroso.

Que no haya café, ni en la cafetera ni para rellenarla

Después de aceptar que Doña Mago no llegó a vender tamales y que tu hambre continuará hasta la hora de comida, puede que tengas una salvación en la oficina: una taza de café caliente. Vas a la cafetera de la oficina y cuando le aprietas al botón de Americano te percatas que la vida no te quiere y que no hay ese líquido tan hermoso que hace que no tengas sueño. Lo más grave es cuando buscas el bote para rellenar la cafetera y te dice un compañero que ya no hay porque “no han ido a surtir la despensa”. En ese momento sólo piensas: me quiero morir.

Que se te pierda el gafete

El gafete o gafete-yoyo (por la forma de yoyo que tiene el hilo con el que lo cargas) es la identificación oficial de cualquier Godínez en las empresas o el gobierno. Cada que llegas a tu trabajo debes presentarla para que la persona que permite el acceso sepa que laboras ahí, pero ojo, debes cuidarlo como si fuera tu pasaporte o tu credencial de elector porque si lo pierdes, te cobran la reposición y puede que no te permitan el acceso hasta que te identifiques de otra manera.

Hasta aquí la primera parte de las tragedias Godínez, estamos seguros que, por lo menos, te sentirás identificado con alguna de ellas. Y si no es con éstas, no te pierdas la siguiente semana otras más, que sí o sí te han pasado, lo dice la Constitución. 

Por: Isaías ML

@pistorey