Por: Isaías ML

@Pistorey

En cada oficina existe al menos una persona que parece haber dominado el arte de evadir responsabilidades. Ese compañero que llega tarde, no entrega a tiempo, se esconde cuando hay problemas y, aun así, sigue en la nómina como si su aporte fuera invaluable. 

Lidiar con este tipo de personas es frustrante, sobre todo cuando el equipo depende del esfuerzo colectivo para lograr buenos resultados. Sin embargo, hay maneras de manejar la situación sin perder la cordura ni volverse el mártir de la oficina.

Lo primero es aceptar que este tipo de personas existen en cualquier ambiente laboral. Hay quienes simplemente no tienen la ética de trabajo necesaria y siempre buscarán la forma de hacer lo mínimo indispensable, esperando que alguien más cubra sus fallas. 

Pelearse directamente con ellos rara vez funciona, porque suelen tener una habilidad especial para deslindarse de la responsabilidad y hacer que otros queden como los conflictivos.

Una estrategia más efectiva es protegerse y dejar evidencia del trabajo propio. Los correos, reportes y reuniones documentadas pueden ser un salvavidas cuando llega el momento de señalar quién hizo qué. No se trata de estar en modo detectivesco todo el tiempo, sino de tener pruebas en caso de que haya que justificar por qué un proyecto no avanzó como debía.

Otro punto importante es aprender a poner límites. Muchas veces, los flojos en la oficina sobreviven porque encuentran a alguien dispuesto a hacer su trabajo por ellos. No está mal ayudar de vez en cuando, pero cuando se vuelve la norma, el problema no es solo de ellos, sino también de quien carga con su parte. Decir “no” sin sentir culpa y devolver responsabilidades cuando intentan delegarlas sin razón es clave para evitar convertirse en su respaldo eterno.

En algunos casos, cuando la negligencia de alguien empieza a afectar seriamente el desempeño del equipo, hablar con un líder o jefe puede ser necesario. Eso sí, debe hacerse con cuidado. Quejarse sin pruebas o en tono emocional puede hacer que parezca una cuestión personal más que un problema real de productividad. Es mejor llevar ejemplos concretos, datos verificables y plantear la situación desde un punto de vista profesional en lugar de uno meramente quejumbroso.

También es útil rodearse de personas que sí trabajan. En toda oficina hay gente que se esfuerza y tiene una buena actitud, y enfocarse en colaborar con ellos hace que la carga laboral sea menos pesada. Invertir tiempo en construir alianzas con quienes sí aportan genera un mejor ambiente y evita que la frustración por los flojos se convierta en una distracción constante.

Por último, aunque es difícil, mantener la calma es esencial. Frustrarse demasiado por este tipo de personas solo genera estrés y desgaste innecesario. A veces, los flojos seguirán siéndolo y no se podrá hacer nada al respecto, pero lo que sí está en nuestras manos es evitar que su actitud afecte nuestra motivación y desempeño. 

Porque al final del día, la diferencia entre un buen profesional y uno que solo calienta la silla no está en lo que dicen o aparentan, sino en los resultados que entregan.