Las Olimpiadas se tratan de celebrar logros atléticos y exaltar un ideal de unión entre las naciones. Pero hay más que eso, los Juegos Olímpicos también son una arena de juego para la política internacional. Las naciones buscan impulsar o confirmar un ideal de sí mismas frente al resto del mundo y la forma más evidente de hacerlo es ganar medallas para proyectar una imagen de liderazgo y fortaleza.

 

El medallero como plataforma de exhibición de músculo de un país frente a otro existe desde la Guerra Fría y no ha cambiado. Hasta hoy (2 de agosto), las dos naciones que encabezan la lista en Tokio 2020 son las dos economías más grandes, Estados Unidos y China, con 64 y 62 medallas, respectivamente. Desde luego, las diferencias entre estos países no se limitan al ámbito económico y menos aún al deportivo, pues enfrentan una intensa competencia en el desarrollo de tecnología, la influencia sobre otros países y las capacidades militares, por mencionar algunos.

 

México, lleva tres medallas en Tokio 2020, todas de bronce: la primera en tiro con arco por equipos mixto (Alejandra Valencia y Luis Álvarez), la segunda en clavados sincronizados de plataforma de diez metros (Gabriela Agúndez y Alejandra Orozco) y la tercera en levantamiento de pesas (Aremi Fuentes). Los logros de los y las atletas son loables; sin embargo, el desempeño de México como país está lejos de lo deseable, considerando que hablamos de la quinceava economía más grande del mundo, el décimo país más poblado y el treceavo con mayor extensión territorial.

 

 

Ganar medallas no sólo necesita de talentos que se entreguen a sus respectivas disciplinas. Los triunfos olímpicos también requieren de una política robusta de largo aliento para el deporte de alto rendimiento, con la asignación presupuestal correspondiente. Históricamente, México no ha destacado en las justas deportivas internacionales por una política deficiente en la materia. La situación no ha cambiado con el gobierno actual. Claro ejemplo de ello ha sido el presupuesto destinado a la Comisión Nacional de Cultura Física y Deporte (Conade). Para 2021, año de la celebración de los Juegos Olímpicos de Tokio, la Conade recibió 107.5 millones de pesos menos que en 2020, cuando se le asignaron 2 mil 676.5 millones de pesos.

 

Por su parte, la actual titular de la Conade, Ana Gabriela Guevara, enfrenta señalamientos por posibles casos de corrupción durante su gestión y enredarse en disputas con atletas, como la clavadista Paola Espinosa. La Auditoría Superior de la Federación (ASF) determinó que, durante el primer año de gestión de Guevara, la Conade no ha comprobado el destino de 186 millones de pesos. La ASF identificó posibles irregularidades como pago por servicios que la institución no recibió, contratación de empresas fantasma y pago de sobornos. Por los resultados deficientes en Tokio 2020 y malos manejos, Guevara podría ser relevada del cargo cuando concluyan los Juegos Olímpicos.

 

Aún hay competencias por celebrarse en las que participarán representantes de nuestro país. En algunas de éstas (como clavados, taekwondo, futbol), hay posibilidades considerables y, así, mejorar el lugar 71 en el que México se encuentra hoy en el conteo de preseas. Ana Guevara ya reconoció, sin embargo, que “no hay condiciones” para lograr las diez medallas que se propuso.

 

En los últimos años, el gobierno de López Obrador manifestó intenciones de recuperar para México el papel de líder regional latinoamericano que tuvo en décadas anteriores. Sin embargo, más allá de tímidas declaraciones no se ha emprendido muchas acciones concretas para avanzar hacia ese objetivo. Entre los muchos elementos necesarios para recuperar el anhelado liderazgo latinoamericano, México necesita, desde ya, una estrategia inteligente para desempeñar un buen papel en los eventos deportivos que vienen, como:

  • Juegos Centroamericanos de San Salvador 2022
  • Juegos Panamericanos de Santiago de Chile 2023
  • Juegos Olímpicos de París 2024