Durante mucho tiempo la monogamia ha sido considerada como la norma sociocultural arraigada en tradiciones y valores familiares. Sin embargo, a lo largo del tiempo su percepción, evolución y los mitos que la rodean han sido objeto de cuestionamiento y cambios. Hablemos sobre la monogamia y su influencia en las relaciones. 

Imaginemos (aunque en realidad no se necesita mucha imaginación), una pareja heterosexual, monógama, con años de relación. ¿Cómo se llaman? Puedes ponerles el nombre que quieras: el tuyo y el de tu pareja, los de tus padres, los de tus tíos, y así podría continuar sin parar. 

La monogamia ha fungido como un pilar de estabilidad, casi como un mecanismo de control. Sin embargo, su rigidez ha sido cuestionada a lo largo de la historia. Desde las prácticas polígamas en civilizaciones antiguas, por ejemplo: Antigua Grecia, Roma y la civilización China. En ellos se desafiaba la exclusividad sexual como norma. En la actualidad existen diversas posturas que interrogan la monogamia como la única forma válida de relación. 

¿No se te ha antojado platicar con tu pareja para ver qué pasaría si a su relación se sumarán una, dos o tres personas más? ¿Fortalecería o arruinaría su compromiso? Claro todo con acuerdos y bien establecidas las reglas del juego. 

Volvamos a la pareja que anteriormente pensamos. Estas dos personas tienen bien arraigada la cultura mexicana, con todo lo que conlleva: matices de machismo, feminismo, control y libertad, amor romántico, religión y más religión. 

El machismo, a menudo, se manifiesta en actitudes posesivas y restrictivas, donde la expectativa de fidelidad recae desproporcionadamente en la mujer, mientras que el hombre puede sentirse más libre en este aspecto. ¿Les suena? Esta dinámica, reflejo del machismo arraigado, crea desequilibrios de poder, limitando la autonomía y la toma de decisiones de la mujer en la relación.

En otras relaciones, el machismo se manifiesta de diversas maneras incluso menos obvias que las anteriores. Actitudes posesivas, restrictivas, insultos,  manipulación, violencia psicológica. ¿Te parece familiar? Esta dinámica crea desequilibrios de poder, limitando la autonomía y la capacidad de decisión de la mujer en la relación. 

La imposición de la monogamia puede perpetuar estereotipos de género tradicionales, obstaculizando la igualdad y el respeto mutuo en la pareja y promoviendo así dinámicas de dominación y sumisión. La creencia de que la monogamia garantiza la estabilidad emocional ha sido cuestionada ante la complejidad inherente a las relaciones humanas. Asimismo, la idea de que elimina por completo los celos se ha demostrado como una simplificación injusta de las emociones. Este concepto es desafiado una y otra vez. Reconocer las presiones culturales y los estereotipos asociados con la monogamia permite un espacio para la reflexión y la apertura hacia diferentes formas de relaciones.

Daniela Cervantes