En medio de pantallas que nunca descansan y notificaciones que suenan a cualquier hora, algo curioso está pasando: lo analógico está volviendo con fuerza. No como moda pasajera, sino como una necesidad emocional. Cada vez más personas buscan experiencias que puedan tocar, guardar y vivir sin prisa.

Este regreso no significa rechazar lo digital, sino equilibrarlo. Un libro físico se siente como un respiro; un vinilo obliga a escuchar con atención; una libreta invita a escribir sin editar mil veces; una cámara instantánea te enseña a aceptar lo imperfecto. Todo lo analógico tiene un encanto que viene de la intención: haces las cosas con las manos, con tiempo, con presencia.

Este fenómeno refleja un cansancio cultural hacia lo inmediato. La cultura abierta está celebrando espacios que permiten desconectarse, aunque sea un rato, y reconectar contigo. Crear algo sin pantallas, coleccionar objetos reales o vivir momentos sin registrarlos para subirlos… es casi una pequeña revolución. En una era acelerada, lo analógico está demostrando que lo lento también puede ser moderno.

Por : Andy I.