Por: Isaías ML
@Pistorey
Durante décadas, el PRI moldeó la política en México a través del presidencialismo, el clientelismo y la narrativa de unidad nacional. Aunque muchos creyeron que ese ciclo terminó, las señales actuales indican lo contrario. Hoy, Morena, el partido de la llamada “cuarta transformación”, parece replicar muchas de las viejas fórmulas del priismo clásico.
¿Qué similitudes hay entre Morena y el PRI?
Los paralelismos son preocupantes. Estas son algunas prácticas del viejo régimen que reaparecen:
- Presidencialismo fuerte: el presidente vuelve a ser el eje de todo. Las decisiones no se consultan, se dictan.
- Clientelismo disfrazado de justicia social: los programas sociales operan como mecanismos de control, con una narrativa de lealtad al líder.
- Ataque sistemático a los contrapesos: desde el INE hasta el Poder Judicial, las instituciones autónomas están bajo asedio.
- La moral como arma política: se divide a la sociedad entre “buenos” (los leales) y “corruptos” (los críticos).
¿Es Morena el nuevo PRI?
No exactamente, pero su ADN político se parece demasiado. Morena no es el PRI, pero opera con sus mismos reflejos: control centralizado, narrativa única, debilitamiento de oposiciones. Lo que cambia es la estética: donde antes había corbatas rojas, hoy hay guayaberas y mañaneras.
El peligro de la amnesia histórica
El verdadero riesgo no es solo que el poder repita fórmulas del pasado, sino que la sociedad lo acepte con normalidad. El “nuevo PRI” no necesita llamarse así: basta con que funcione igual y nadie lo cuestione.
El PRI no volvió. Tal vez nunca se fue
México necesita una ciudadanía crítica y memoria política. Cambiar de partido no significa cambiar de régimen. Si las prácticas son las mismas, el nombre importa poco.