Vivo desde hace 5 años en la tercera sección de Tlatelolco, muy cerca de las famosas micheladas del tianguis de la Lagunilla de los domingos, pero eso no es lo que me impresiona o me motiva a recorrer cada pasillo y sendero verde con mi perro.

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Son esos imponentes murales, multicolores con rostros e historia que ven el norte, un poco olvidada, de la Ciudad de México.

Desde avenida Reforma, esquina con Manuel González, pasando la turbia zona de La Ronda, reino de autopartes legales y robadas, se empieza a ilustrar el panorama que es esta ciudad, dentro de la gran Ciudad de México.

Atrás de un recolector de basura, en un pasillo delgado, hay un mural de un cuerpo humano con el rostro de un toro.

Si levantas un poco la mirada, a lo lejos podrás observar unos de los murales más recientes en la zona. La fachada norte del edificio Coahuila posee el rostro de dos mujeres indígenas engalanadas con tres quetzales que danzan.

Este trabajo corresponde al Colectivo ADN.

A lado del Coahuila, en una de las fachadas del edificio Veracruz, que vigila la Glorieta de Cuitláhuac. Una mano enorme queriendo alcanzar el cosmos y una serpiente emplumada se levantan desde la base de la edificación.

Este mural tiene años coloreando el cielo de Tlatelolco y fue gracias a las líneas del Colectivo Liberalia.

Unos pasos más adelante, en el edificio Cuauhtémoc, un nuevo lienzo comenzó a nacer. Se trata de una mujer cubierta por un vestido de maleza y raíces verdes, con un fondo azul cielo y sosteniendo con la mano izquierda lo que parece la luna.

Y en su otra fachada, un clásico del muralismo moderno trabajado por el californiano, Retna.

Son estas obras viejas y nuevas las que suman a la poderosa identidad de Tlatelolco y custodian a sus habitantes que nacieron para convivir con el arte.

FM