La boda entre dos altos funcionarios este fin de semana terminó en escándalo para el movimiento de López Obrador. El titular de la Unidad de Inteligencia Financiera, Santiago Nieto, y la Consejera Electoral del INE, Carla Humphrey celebraron una lujosa boda en la ciudad de Antigua, Guatemala, acompañados de millonarios empresarios, políticos y socialités.

No es que tener una boda lujosa esté mal en sí mismo. Sin embargo, esta celebración puso de manifiesto que la supuesta nueva era de la política mexicana en la que no hay privilegios para los poderosos es una simple y llana mentira.

En primer lugar, no deja de causar cierta incomodidad que se establezca un vínculo matrimonial entre el responsable de perseguir los delitos financieros (institución que el gobierno de AMLO ha usado para amedrentar y perseguir adversarios) y una consejera del INE, que tiene la obligación de velar por la imparcialidad de los procesos electorales. Si bien es posible que estos funcionarios sean capaces de separar sus actividades profesionales de su dinámica conyugal, un vínculo de esta naturaleza abre la puerta a posibles conflictos de interés e intercambio de información confidencial.

En segundo lugar, una de las principales banderas de AMLO es que su movimiento representa el fin de lo que llama “la mafia en el poder”, un sistema de complicidad entre políticos y empresarios para obtener beneficios personales. López Obrador ha buscado promover la idea de que ya no son los ricos quienes gobiernan, aunque haya muchos millonarios en su gabinete y su círculo. Él mismo trata de promoverse como un mexicano promedio, sin riquezas, con lo que busca transmitir la idea de que es “uno más del pueblo”.

¿Qué dicen los Pandora Papers de la élite mexicana?

La boda de Santiago Nieto y Carla Humphrey muestra que los ricos siguen dominando y se rodean de otros millonarios que dominan las esferas políticas y empresariales. La boda se llevó a cabo en el lujoso hotel Santo Domingo, un antiguo convento en la ciudad Antigua, en Guatemala. Asistieron integrantes de las élites, como la ministra de la Suprema Corte Yasmín Esquivel Mossa (propuesta por AMLO) y su millonario esposo, el empresario José María Riobóo; la gobernadora de Campeche, Layda Sansores; el presidente de la mesa directiva de la Cámara de Diputados, Sergio Gutiérrez, de Morena, y su esposa Diana Karina Barreras, diputada local en Sonora por el Partido del Trabajo, el exgobernador de Sinaloa Quirino Ordaz, entre otros.

Mención aparte merece la asistencia de Paola Félix Díaz (por cierto, según ella, descendiente de la familia de Porfirio Díaz), quien se vio envuelta en un escándalo por viajar en avión privado a Guatemala. Por este hecho se vio obligada a renunciar a su cargo como Secretaria de Turismo de la Ciudad de México. Viajaba acompañada del dueño del periódico El Universal, Juan Francisco Ealy Ortiz y Alejandro Gou, productor de teatro a quien la Secretaría de Turismo de la CDMX, durante la gestión de Paola Félix Díaz, asignó un contrato por adjudicación directa por 15 millones de pesos para el desfile del Día de Muertos.

Paola Félix Díaz anunció el mismo día de la boda que presentaba su renuncia como Secretaria de Turismo. Escribió en su cuenta de Twitter que, en efecto, había volado a Guatemala en un vuelo privado y que, a pesar de no haber cometido delito alguno, ponía su renuncia a disposición de Claudia Sheinbaum, jefe de gobierno de la CDMX.

Sheinbaum dijo en conferencia de prensa que aceptó la renuncia Paola Félix Díaz, pues consideraba que la funcionaria se había equivocado. “Nada de usar aviones privados, aquí somos ciudadanos gobernando ciudadanos”, aseguró. Sheinbaum apunta bien que son ciudadanos gobernando ciudadanos; sí, ciudadanos millonarios gobernando al resto, como siempre ha sido en este país. ¿Cuál Transformación?

La crisis de representación