Uno de los “logros” de Benjamin Netanyahu, una vez al mando de Israel, fue arrinconar casi cualquier referencia al proceso de paz en la agenda política, tanto a nivel regional como mundial. Esto a pesar de los combates en la Franja de Gaza y los asentamientos ilegales de judíos en Cisjordania.
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Acontecimientos como estos son los que le permiten poner énfasis en la narrativa de no tener un socio con el que logre la paz entre israelíes y palestinos. Así coronó el fracaso de las conversaciones de paz impulsadas por el Gobierno de Barack Obama, entre 2012 y 2014.
Uno de los puntos en común entre Netanyahu y David Ben Gurion, padre fundador de Israel, es la creencia de que el conflicto no es por el territorio, sino que deriva del rechazo de los palestinos a aceptar un Estado judío.
¿Dar a los palestinos la posibilidad de gobernarse a sí mismos o controlar a su población?
Su famoso discurso de 2009 en la Universidad de Bar-Ilan, en el que aceptaba explícitamente, la solución de dos Estados como una paz duradera para Palestina e Israel, se convirtió en un sueño cuando afirmó que “no habrá nunca un Estado palestino” en víspera de las elecciones de 2015.
Y aunque ha intentado retractarse, sus acciones, muy particularmente la construcción imparable de asentamientos judíos entre Cisjordania y Jerusalén Este, confirman esta última postura.
Netanyahu sustituyó el concepto de “paz por territorios” por el de “paz por seguridad”, así arrojó a la mesa la realidad de un único Estado bajo la soberanía israelí.
Mientras, ambas poblaciones viven con el temor diario de bombardeos, enfrentamientos cuerpo a cuerpo y una calma que nunca llega.
FM