Por: Majo Juárez
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La tecnología siempre ha existido. Con el paso del tiempo hemos experimentado cómo diferentes herramientas han sido creadas para facilitar nuestra vida diaria. Desde la rueda hasta los celulares, todos estos inventos nos han permitido avanzar y mejorar. Sin embargo, hoy en día, estos dispositivos, que inicialmente se implementaron como una herramienta, se han convertido en un tema de debate constante, especialmente en la educación. Pueden ofrecer acceso instantáneo a información y recursos, pero también se han transformado en una gran distracción. ¿Son realmente necesarios?
¡Todo menos herramienta!
A pesar del gran potencial de estos dispositivos, es muy fácil ver a los estudiantes desviando su atención hacia redes sociales, juegos o mensajes, lo que limita su capacidad de concentración y aprendizaje. Además, esta dependencia de la tecnología disminuye el contacto humano y las interacciones cara a cara, esenciales para el desarrollo social y emocional. También facilita el plagio o la trampa, donde se pueden buscar respuestas rápidas y sin dificultad.
Limitaciones
¿Cómo puedes negar a un estudiante que utilice la tecnología sin parecer anticuado? Como profesores, es muy complicado imponer reglas estrictas sin enfrentar resistencia, especialmente cuando los dispositivos se han integrado en la enseñanza moderna como una herramienta de apoyo. Esta situación crea una lucha, donde la línea entre el uso educativo y la distracción se vuelve difusa.
Encontrar un balance entre permitir el uso de la tecnología como herramienta educativa y asegurarse de que no interfiera con el aprendizaje real, es difícil. Sabemos lo complicado que puede ser pero no podemos seguir ignorando este problema. No limites la tecnología, pero busca momentos de detox para que los estudiantes puedan desconectarse y valorar el mundo que les rodea.