La música ha sido, históricamente, el reflejo del alma de los pueblos. En México, los corridos —en todas sus formas— han narrado desde las gestas revolucionarias hasta las historias más oscuras del narcotráfico. Pero hoy, el subgénero conocido como corridos tumbados, que fusiona el regional mexicano con sonidos urbanos como el trap y el hip hop, está en la mira de autoridades y legisladores. Algunos estados del país han comenzado a prohibir presentaciones o sancionar a quienes interpreten canciones que “hagan apología del delito”. ¿Estamos frente a un acto de censura o ante una medida necesaria para proteger el tejido social?
Lo bueno: ¿por qué algunos aplauden la prohibición?
Prevención del delito y la violencia: para muchos, los corridos tumbados exaltan el uso de armas, el consumo de drogas y la vida criminal. Su popularidad entre los jóvenes podría estar normalizando conductas violentas y delictivas.
Responsabilidad cultural: hay quienes creen que los artistas, como figuras públicas, deben ser responsables del contenido que promueven. Prohibir estos temas sería un paso hacia una cultura musical menos agresiva.
Orden en espacios públicos: en estados como Chihuahua o Guanajuato, ya se han impuesto multas a artistas o promotores por presentar este tipo de música, especialmente en eventos masivos. La idea es evitar que se conviertan en escenarios de violencia o consumo excesivo de alcohol y drogas.
Lo malo: ¿por qué es tan polémico?
Libertad de expresión en juego: los críticos más férreos acusan censura. Argumentan que prohibir un género musical es limitar la libertad artística y de pensamiento. ¿Dónde queda la línea entre regulación y represión?
Efecto contrario: algunos expertos aseguran que prohibir solo hace que los géneros se vuelvan más populares, especialmente entre los jóvenes que encuentran en lo “prohibido” algo más atractivo.
Ambigüedad legal: ¿qué es exactamente “hacer apología del delito”? El término puede interpretarse de muchas maneras, lo que abre la puerta a abusos de poder y censura selectiva.
¿Y los artistas?
Voces como las de Natanael Cano, Peso Pluma o Junior H han defendido su trabajo como un reflejo de la realidad, no una promoción del crimen. Para ellos, los corridos tumbados son una evolución del género, una forma de expresión de su generación y de las calles que habitan.
Repercusiones culturales y sociales
- División generacional: mientras muchos jóvenes se sienten identificados con el estilo y mensaje de los corridos tumbados, las generaciones mayores los consideran una amenaza para los valores tradicionales.
- Impacto económico: las prohibiciones afectan conciertos, festivales y toda una cadena de empleos relacionada con el entretenimiento en vivo.
- Internacionalización frenada: artistas que estaban logrando reconocimiento global podrían verse limitados en su propio país, justo cuando estaban llevando el regional mexicano a nuevos escenarios internacionales.
¿Prohibir o educar?
La gran pregunta es si prohibir una manifestación cultural es la mejor vía para combatir sus efectos negativos. Muchos proponen, en lugar de vetar, impulsar programas de educación musical y crítica mediática, que permitan a las audiencias jóvenes consumir estos contenidos con una perspectiva más consciente.
La polémica de los corridos tumbados no se trata solo de música. Es un espejo de un país que lucha entre lo que quiere proteger y lo que no sabe cómo enfrentar. Un país que intenta encontrar equilibrio entre libertad y responsabilidad. Prohibir puede ser un parche temporal, pero las raíces del problema —violencia, desigualdad, falta de oportunidades— van mucho más allá del escenario.