Por: Isaías ML
@pistorey
Benito Juárez es una figura emblemática en la historia de México, aclamado por sus contribuciones al Estado laico y las reformas liberales. Sin embargo, su legado está lejos de ser impecable.
No sé si sabían, pero durante su mandato, las comunidades indígenas sufrieron un impacto devastador debido a políticas que, aunque en apariencia buscaban el progreso, en la práctica contribuyeron a su desplazamiento y marginación.
Uno de los aspectos más controvertidos de su gobierno fue la implementación de las Leyes de Reforma, especialmente la Ley Lerdo, diseñada para desamortizar tierras comunales. Si bien esta medida buscaba dinamizar la economía y redistribuir tierras, en la práctica afectó desproporcionadamente a las comunidades indígenas.
Estas tierras, esenciales para su organización social y sustento, pasaron a manos de hacendados y especuladores que se aprovecharon de las debilidades legales y económicas de los pueblos originarios. Este despojo debilitó la cohesión de las comunidades indígenas y las forzó a enfrentar dinámicas de pobreza y explotación.
El impacto de estas políticas no se limitó al ámbito económico. En regiones como Oaxaca y Yucatán, la resistencia indígena a las imposiciones gubernamentales fue brutalmente reprimida. En Yucatán, por ejemplo, el conflicto conocido como la Guerra de Castas, aunque comenzó antes de su mandato, continuó bajo su gobierno sin soluciones efectivas que priorizaran el bienestar de los mayas.
En Oaxaca, su estado natal, las tensiones entre el gobierno central y los pueblos indígenas resultaron en enfrentamientos que agravaron la violencia y el despojo.
La narrativa oficial también tiende a exaltar la figura de Juárez como un líder democrático, aunque gobernó de manera ininterrumpida durante catorce años, con intenciones claras de mantenerse en el poder. Su estilo de gobierno, en muchos aspectos, tuvo tintes autoritarios, y su acumulación de propiedades contrasta con la austeridad que promovía en su discurso público.
Si bien es cierto que Juárez contribuyó a consolidar un México más moderno y menos dependiente de la iglesia, estas políticas tuvieron un costo humano enorme para los sectores más vulnerables del país. Su gobierno no fue únicamente un periodo de consolidación nacional, sino también una época de exclusión y violencia hacia los pueblos indígenas.
La historia oficial, promovida por gobiernos actuales como el de AMLO, suele colocar a Juárez como un héroe irreprochable. Sin embargo, un análisis más crítico nos muestra a un líder cuya visión del progreso ignoró las complejidades culturales y las necesidades de las comunidades indígenas.
La figura de Benito Juárez, aunque destacada en la narrativa oficial como un símbolo del progreso y la resistencia nacional, revela profundas contradicciones al analizar su legado desde una perspectiva crítica. Si bien sus políticas reformistas fueron fundamentales para establecer el México laico y liberal, los costos sociales, particularmente para las comunidades indígenas, son innegables.
La pérdida de tierras comunales, la represión de movimientos de resistencia y la imposición de un modelo económico y político que ignoró las realidades culturales de los pueblos originarios muestran un lado oscuro de su administración.
El discurso que ensalza a Juárez pasa por alto estas complejidades, consolidando un mito que oculta los efectos adversos de sus decisiones. En un país tan diverso como México, es esencial cuestionar y reevaluar los legados históricos con una mirada que no solo celebre los logros, sino que también reconozca las injusticias cometidas. Solo así podremos construir una narrativa más completa y justa de nuestra historia, una que honre no solo a los líderes, sino también a los pueblos que pagaron el precio de su visión de progreso.