¿Has escuchado la frase: “jamás te vas a conocer en toda tu vida”? Sirve como una justificación por haberla cagado, y está bien, en cierta parte es verdad. Pero, lo que no está bien, es que vivas cagando a alguien más.
Nos definen los hechos, no las intenciones. Según Google, la búsqueda en México de “quiero matar a mi jefe” subió un 250%, siendo Colima, Morelos y Yucatán los estados que tienen estas intenciones más marcadas.
Sin embargo, donde no se quedan con las ganas es Estado de México y Guanajuato, lo que nos lleva a diferenciar la realidad de la intención y comprendernos por nuestros movimientos.
Aquí me pregunto, ¿nos hemos analizado alguna vez por nuestros hechos? ¿Nos hemos encontrado más allá de nuestras intenciones? A veces somos unos desconocidos para nosotros mismos y no lo queremos cambiar.
Cuántos se cuentan mentiras y prefieren refugiarse en el miedo de la pérdida y en la comodidad de no querer abrazar la soledad, prefiriendo tener una vida social activa; prefiriendo llenar la agenda de salidas y fingir ser feliz en un restaurante fancy, aunque solo sea el tiempo que dura el tomarle una foto al postre.
“Dónde está tu corazón, está tu éxito”, suena a frase de Paulo Coelho. Y sí, ¿pero cómo vamos a reconocer nuestro corazón si vivimos con miedo y llenos de mentiras?
Queremos llevar a Instagram las llamadas vivencias, atrapar instantes en digital. “Si no hay foto, no pasó”. Corazón digital, recuerdos atrapados en la nube que el tiempo no borrará, a menos que a Mark se le ocurra cobrar renta por ellos.
Somos autómatas del sistema. Desfilan avatares digitales que, al compás del scroll, encuentran cuerpos perfectos, viajes increíbles y lugares sofisticados. Y yo aspiro a que vean cómo contribuyo con fotos de mi croissant.
Pero no todo es malo al ser banales, simples y subirse al trend. Los hechos nos dicen quiénes somos y, al menos, somos honestos al tratar de aparentar.
De la imagen a la realidad podemos permanecer extraños a nosotros mismos. A muchos que dan like les da ansiedad cuando no pueden imitar esa realidad digital y el daño está hecho
De este modo, observando esa carencia, y mejor aún, comercializarla, surgen expertos del engaño, criaturas hedonistas que juran ser honestos, que forman ejércitos de monos entrenados y les da el poder de exigir intercambios en restaurantes. Comida por likes, dan mensajes de autoestima, promueven cremas que quitan el vitiligo y los jiotes, persuaden al voto en tiempos de veda electoral.
Estos bodrios de shit, que se mezclan en el internet entre fake news y compiten por la audiencia, encontraron un hueco en la televisión muerta y una muchedumbre viva. Son especialistas en la fórmula infalible para ser viral: “LA ESTUPIDEZ GENERA OPINIÓN PÚBLICA”.
Gracias al smartphone ya no se nos permite estar solos o aburridos, ahora hay que acumular información basura. Todos juntos somos responsables y hemos creado una moral digital donde no es importante la verdad, sino lo que la masa apruebe. Las reglas son claras: hate a quien no ame a los perros o a los gatos; tache por retrógrado a quien no apoye al colectivo LGBTTTIQ+; comentarios iracundos a quien no respete el lenguaje inclusivo.
Te refundirán en una huella digital en el mundo de lo que parece, es. En las redes serás juzgado y condenado por el juez del tren de morbo, y serás un chisme que sirva de entretenimiento de la semana.
Nuestra realidad está intrínsecamente relacionada con los likes y seguidores formando castas. Vales lo directamente proporcional a cuántos te siguen en redes e inclusive, en cualquier casting preguntan cuántos tienes. Ya no les importa tu estudio o tu talento.
Me niego, me declaro adversario de la infame tendencia a la emasculación de nuestro valores, las emociones más profundas, las huellas del pasado que nos formaron; el amor intenso, un adiós que nos cambió todo, arriesgarse a seguir a pesar de los contras. Ese café o tinto con los amigos. Pasan tan rápido los momentos que verdaderamente vivimos que no da tiempo de ponerle un like o etiquetarlo.
Somos dioses, creadores de realidades digitales que por medio de una foto inspiramos. El campo son los reels, las historias y las fotos. También creamos al enemigo, esa inalcanzable ilusoria aspiración que tiene por título en todo lo que ves en las redes sociales: “VIDA SIEMPRE FELIZ”.
Podemos despreciarla u honrarla, y al mismo tiempo, la concebimos como la mejor versión de nosotros. Ya sea que borres un ex de instagram o que subas al nuevo date, que des un fueguito o una cara triste, hay un código que tus sistemas lo traducen en ansiedad, depresión, felicidad o mayor oxitocina.
Con 1,200 millones de usuarios en Instagram, emulando la belleza en esta moral digital de lo que es bueno o malo, se hace evidente que el juicio está condicionado por la belleza del objeto: si es bello, la muchedumbre lo puede perdonar.
Es el caso de Jeremy Meeks, que pasó de ladrón a influencer cuando una foto de la policía que se subió a internet mostró su exuberante belleza. El juez digital de la moral digital dictaminó que era demasiado guapo para no perdonarlo y ahora hace pasarelas a lado de Madonna.
También está el caso del “asesino de Cumbres” que por su guapura la muchedumbre se organizó como un club de fans, alegando que era inocente y guapo, e incluso, una fan tuvo un hijo suyo.
Así es el mundo de la vida siempre feliz, ahora dictando la moral a los niños, normalizando corridos bélicos y narco valores. Pero no me quejo, es más, nos lo merecemos por darle el poder a la masa ignorante y pobre. Es como la estrategia del veneno para las cucarachas una vez que una está infectada, puede llegar a los lugares más recónditos e infectar a las demás, matándose entre ellas quitándose la cabeza.
Todos tenemos algo que opinar en el mundo de la vida siempre feliz. Todos deben opinar si no, no existes. Estamos construyendo una cárcel invisible y consensuada, llena de opiniones y gurús de todo tipo; somos jueces y acusados al subir fotos, ser críticos y criticados.
Nietzsche hace 100 años dijo: “estos ‘instrumentos de la cultura’ son una vergüenza del hombre”. ¿No tenemos derecho a sentirnos distanciados de la muchedumbre? Si no lo hacemos, vamos a parecer enfermos.
Al final, no paramos, vamos directo a la inteligencia artificial. Por eso cito a Kant: “Ten el coraje de usar tu propia razón, ese es el lema de la iluminación”.
Por: Mario Spindola
TikTok: @mariospindolamkt