Cada octubre, la Ciudad de México se transforma. Las calles del Centro Histórico se llenan de altares, papel picado y maquillajes de catrina que rivalizan con cualquier pasarela de moda. Pero detrás de esta explosión de color y tradición, hay una historia más profunda: la manera en que la CDMX ha fusionado el respeto a sus raíces con la creatividad del marketing moderno para construir una temporada que hoy genera millones de interacciones, visitantes y contenido viral.
Del altar familiar al contenido compartible
El Día de Muertos solía ser una celebración íntima, una tradición de hogar. Hoy, sin perder su esencia, se ha convertido en uno de los fenómenos culturales más fotografiados y compartidos del país. El desfile de Día de Muertos —inspirado en la escena de Spectre— fue una jugada de marketing cultural que redefinió cómo la ciudad proyecta su identidad ante el mundo.
Cada flor de cempasúchil en Reforma y cada ofrenda monumental en el Zócalo se diseñan para emocionar… y para ser posteadas.
Halloween: el primo moderno que no se quedó fuera
Mientras el Día de Muertos exalta la memoria, Halloween representa la creatividad y el juego. Las fiestas temáticas, bares con decoración tenebrosa y experiencias inmersivas como “La Casa del Terror de Chapultepec” o recorridos nocturnos por Xochimilco han encontrado un público joven que busca vivir —y compartir— experiencias.
Las marcas lo saben: hoy no basta con vender disfraces o dulces, sino ofrecer momentos “instagrameables” que mezclen miedo, humor y estética mexicana.
El fenómeno del turismo emocional
Durante estas fechas, la CDMX no solo recibe turistas; recibe peregrinos culturales. Gente que busca conectar con el misticismo, con la idea de que la muerte no es el final, sino una celebración.
Hoteles decoran sus lobbies como altares, restaurantes lanzan menús inspirados en calaveras de azúcar, y hasta las campañas de transporte público adoptan íconos de la temporada. Todo forma parte de un ecosistema donde lo tradicional y lo comercial coexisten sin miedo… o quizás con el miedo justo.
¿Qué nos dice todo esto sobre la CDMX?
Que la capital mexicana entendió antes que nadie el poder de las emociones como estrategia de marketing. En un mundo donde las redes sociales dictan qué se vuelve tendencia, la CDMX convirtió su identidad cultural en una marca global. Y en octubre y noviembre, cuando el aire huele a incienso y pan de muerto, la ciudad demuestra que la viralidad también puede tener alma.
¿Y tú, qué opinas?
Karina González






