En un mundo donde las formas de amar y vincularnos están en constante transformación, conceptos como el poliamor, las relaciones abiertas y la anarquía relacional han ganado terreno. Pero mientras los dos primeros aún operan dentro de ciertos marcos tradicionales, la anarquía relacional propone un cambio más profundo: cuestionar todas las jerarquías entre relaciones y repensar lo que significa amar libremente.
¿Qué es la anarquía relacional?
La anarquía relacional (AR) es una forma de entender y vivir las relaciones que rechaza las jerarquías preestablecidas. En lugar de asumir que una pareja romántica o sexual debe estar “por encima” de otras relaciones —como las amistades, por ejemplo—, la AR propone que cada vínculo se construya de forma única, sin etiquetas impuestas ni roles predeterminados.
No se trata de seguir un “manual de instrucciones”, sino de crear relaciones desde el consenso, el respeto y la libertad, eligiendo qué tipo de conexión queremos tener con cada persona.
¿De dónde viene este concepto?
El término “anarquía relacional” fue popularizado por la activista sueca Andie Nordgren a través de un manifiesto publicado en 2006. Inspirada por ideas anarquistas (entendidas como la resistencia a las estructuras de poder y control), Nordgren aplicó esa lógica a los vínculos personales, proponiendo una ética relacional basada en la autonomía, la comunicación y la ausencia de jerarquías impuestas.
Su texto, breve pero potente, ha circulado ampliamente entre personas que buscan formas más libres de vincularse, tanto dentro como fuera de la comunidad LGBTIQ+.
¿En qué se diferencia del poliamor o las relaciones abiertas?
Aunque los tres modelos cuestionan la monogamia tradicional, existen diferencias importantes:
- Relaciones abiertas: suelen tener una relación principal y permiten encuentros sexuales (ocasionales o recurrentes) fuera de ella, pero con ciertas reglas.
- Poliamor: permite vínculos afectivos y/o sexuales con más de una persona, pero muchas veces establece jerarquías (“pareja primaria”, “secundaria”).
- Anarquía relacional: rechaza la idea de jerarquías fijas entre relaciones. No hay una “relación central” que determine lo demás. Una amistad, un vínculo sexual o un compañero de vida pueden tener la misma importancia, dependiendo de lo que las personas acuerden.
El corazón del asunto: las jerarquías
Uno de los pilares de la anarquía relacional es el cuestionamiento de las jerarquías relacionales. La sociedad suele valorar más las relaciones románticas y sexuales que las amistades, y espera que haya una progresión “ideal” en toda pareja (noviazgo → convivencia → matrimonio → hijos).
La AR propone soltar ese guion. ¿Y si tu amistad de años es tan significativa como una pareja? ¿Y si eliges no vivir con nadie pero compartir tu vida emocional con varias personas? En la práctica, la AR busca que cada relación se construya desde cero, basada en los deseos reales de quienes la viven.
¿Cómo se vive la anarquía relacional?
No hay una sola forma de practicarla, pero sí hay principios comunes, como:
- Comunicación constante y honesta.
- Consentimiento explícito.
- Rechazo de normas impuestas: cada relación se define libremente.
- Respeto por la autonomía de las personas.
- No asumir roles por defecto (por ejemplo, que una pareja debe tener prioridad sobre las amistades).
Para algunas personas, esto significa tener vínculos sexoafectivos múltiples sin jerarquías; para otras, implica revalorizar profundamente la amistad como forma de intimidad.
¿Es para todas las personas?
La anarquía relacional no es una fórmula mágica ni un ideal utópico. Requiere trabajo emocional, mucha reflexión y una apertura al cambio. Puede ser desafiante, sobre todo porque implica desaprender muchas creencias culturales sobre el amor y las relaciones. Pero también puede ser profundamente liberador.
En un mundo que insiste en que sólo una forma de amar es válida, la anarquía relacional abre espacio a la diversidad, al deseo genuino y al respeto por la libertad del otro.