La historia de México en los Juegos Olímpicos es un reflejo de su desarrollo deportivo y cultural a nivel internacional. México debutó en los Juegos Olímpicos en 1900 en París, pero no fue hasta 1924 en los Juegos de París que comenzó a participar de manera regular. A lo largo de los años, México ha destacado en diversas disciplinas, consolidándose como un país con una rica tradición olímpica.
Uno de los momentos más emblemáticos en la historia olímpica de México ocurrió en los Juegos Olímpicos de 1968, celebrados en la Ciudad de México. Este evento no solo marcó un hito por ser la primera vez que los Juegos Olímpicos se celebraban en América Latina, sino también por las innovaciones tecnológicas y logísticas que se implementaron. La altitud de la Ciudad de México, a 2,240 metros sobre el nivel del mar, representó un desafío único para los atletas, pero también resultó en récords mundiales, especialmente en disciplinas de velocidad y salto.
En términos de logros deportivos, México ha tenido numerosos momentos destacados. En los Juegos Olímpicos de 1968, el país ganó nueve medallas, incluyendo tres de oro. Entre los héroes olímpicos mexicanos se encuentran Felipe “El Tibio” Muñoz, quien ganó el oro en natación, y el boxeador Ricardo Delgado. Otro momento significativo fue en los Juegos Olímpicos de Londres 2012, cuando el equipo de fútbol masculino de México ganó la medalla de oro, venciendo a Brasil en la final.
Además de los logros deportivos, los Juegos Olímpicos han servido como un escenario para el desarrollo cultural y social de México. La edición de 1968 fue notable por el movimiento estudiantil que culminó en la trágica masacre de Tlatelolco, solo diez días antes de la inauguración de los Juegos. Este evento histórico subrayó las tensiones sociales y políticas de la época.
La historia de México en los Juegos Olímpicos está llena de éxitos deportivos, momentos icónicos y significativos desarrollos culturales. Desde sus primeras participaciones hasta la organización de uno de los juegos más memorables, México ha dejado una marca indeleble en el espíritu olímpico.