Estamos en la era donde todo lo que hacemos parece digno de foto, reel o story. Desde el café de la mañana hasta el concierto de nuestro artista favorito, nada se queda sin pasar por la cámara. Pero… ¿realmente lo disfrutamos o solo lo hacemos para tenerlo en nuestro feed?

La cultura del “si no está en redes, no pasó”

Las redes sociales nos han acostumbrado a compartir cada instante. Un viaje, un outfit o incluso un plato de comida se convierten en contenido. Esta obsesión nace de la idea de que mostrar nuestra vida es casi tan importante como vivirla.

¿Qué perdemos al documentar todo?

Cuando el celular está primero, a veces nos perdemos lo mejor del momento: cantar sin grabar en un concierto, reír sin pensar en selfies o simplemente mirar un paisaje sin buscar el ángulo perfecto. El recuerdo real se queda corto frente a la presión de tenerlo todo “instagrameable”.

El lado positivo 

No todo es malo: documentar también nos permite guardar memorias, compartir experiencias y hasta inspirar a otros. Además, ¿quién no disfruta ver videos de viajes, recetas o momentos divertidos que nos sacan una sonrisa?

El equilibrio

La clave está en saber cuándo grabar y cuándo soltar el celular. A veces, la mejor story es la que solo se queda en tu memoria.

En conclusión: documentar es parte de nuestra cultura, pero vivir sin el filtro de la pantalla también es un lujo que vale la pena.

Por : Andy I.