Apple lo volvió a hacer: lanzó el iPhone 17 y, como cada septiembre, medio mundo voltea a ver qué tan caro salió esta vez. Spoiler: en México lo es, y mucho. El modelo base ronda los 20 mil pesos, mientras que los Pro o el nuevo Air ultradelgado pueden rozar o superar los 35 mil. Eso equivale a un enganche de coche, una buena pantalla con teatro en casa o, para los más prácticos, la despensa de varios meses.
Pero la pregunta no es solo cuánto cuesta, sino por qué seguimos gastando tanto en un celular.
¿Por qué pagamos tanto?
La respuesta corta: no compramos un teléfono, compramos un estatus. Tener el último iPhone en México es una forma de decir “me va bien” sin tener que abrir la boca. Es el Rolex digital.
Apple además domina el marketing como pocos: cada keynote parece una misa tecnológica y cada actualización se presenta como indispensable, aunque la realidad es que muchas mejoras son apenas un 10% mejores que el modelo anterior.
El encanto (y trampa) del ecosistema
En México el fenómeno se intensifica porque la manzanita se convierte en símbolo aspiracional. Muchos usuarios de Android de gama alta (que cuestan lo mismo o menos) aún sienten que “no es lo mismo”. Y no lo es: el iPhone es llave de entrada a un ecosistema cerrado pero muy cómodo. Si ya tienes AirPods, un iPad o una MacBook, el celular encaja perfecto. Y ahí está la trampa: una vez que entras, salir es casi imposible.
La crítica necesaria
¿De verdad necesitamos una cámara de 48 MP si la mayoría de nuestras fotos terminan en WhatsApp comprimidas? ¿Vale la pena pagar un plan de 24 meses para tener un celular que básicamente hará lo mismo que el tuyo, solo que más rápido y con más brillo?
Además, no olvidemos el costo ambiental: cada año millones de mexicanos renuevan su celular mientras el anterior termina en un cajón, olvidado. La cultura de la novedad genera toneladas de desechos electrónicos que pocas veces se reciclan correctamente.
Lo que dice de nosotros
En el fondo, gastar en un iPhone 17 en México refleja algo más profundo:
- Que seguimos valorando lo que aparentamos más que lo que necesitamos.
- Que nos dejamos seducir por el marketing disfrazado de innovación.
- Que hemos normalizado que un celular cueste lo mismo que un viaje al extranjero.
No es solo Apple: es nuestra obsesión colectiva por lo nuevo, lo aspiracional y lo visible.
¿Y entonces?
No se trata de satanizar al iPhone 17. Es, sin duda, un gran dispositivo. Pero antes de comprarlo, quizá convenga hacerse dos preguntas: ¿realmente necesito esta tecnología? y ¿qué otras cosas importantes podría hacer con ese dinero?
En un país donde el salario promedio ronda los 10 mil pesos mensuales, gastar más de tres meses de sueldo en un teléfono dice mucho… y no precisamente de la tecnología, sino de nosotros mismos como sociedad.