La plataforma HBO Max rescata uno de los episodios más infames de la historia de la música, mostrando el tras bastidores y secuelas de un festival que, arropado en su propia leyenda, quiso, desde la nostalgia, despedir el milenio repitiendo la fórmula de “paz y amor” que, poco o nada, le alcanzó a la audiencia: una generación cuya angustia encontró catársis en una horda desenfrenada que, con rock de fondo, dejó consecuencias nefastas para los archivos de la memoria cultural
El documental Woodstock 99: Peace, Love & Rage (2021) pone la mirada en uno de los eventos menos memorables de la historia de la música y del siglo XX: disturbios, agresiones sexuales, piromanía y destrozos, fueron actividades constantes durante los tres días que duró el festival, creado, en teoría, para conmemorar y emular el idealismo contracultural de Woodstock 69, uno de los conciertos más legendarios de la Historia.
Uno de los grandes atributos del documental es su dirección. Garret Price, conocido en la industria del entretenimiento, principalmente, como editor de películas de corte existencial e introspectivo, y documentales relacionados con el mundo de la música (Janis: Little Girl Blue (2015), sobre la evolución de la carrera artística de Janis Joplin, y Love, Antosha, que relata la biografìa y carrera del actor Anton Yelchin, fallecido en 2016, a los 27 años), deja ver su impronta generacional y faceta melómana, sin perder de vista la infamia ocurrida durante el evento en 1999, comparándolo, en los primeros minutos del documental, con la dinámica diametralmente opuesta de la edición de 1969.
Tráiler Woodstock 99: Peace, Love & Rage
La sociedad de la decepción
Si a finales de la década de los 60s la juventud reclamaba el cese de la guerra, y en los círculos, tanto académicos como del underground, comenzaba a hablarse en términos de postmodernidad, el escenario intelectual y cultural de finales de los 90s, poco tenía que ver con la bandera ideológica de antaño.
Sin embargo, el documental arroja luces sobre la importancia de la década de los 90s, principalmente, por la presencia de Kurt Cobain y el suceso universal que Nirvana representó en la historia. Woodstock 99: Peace, Love & Rage arroja la tesis —mediante sus entrevistados— de que otra hubiese sido la historia del festival, si Cobain no hubiese fallecido. Los entrevistados exponen cómo los valores e ideas del cantante de Nirvana, en términos de amor al prójimo, inclusión, diversidad sexual e hibridación de géneros, calaron hondo en la juventud de la época, que vio en el grunge la posibilidad de un nuevo capítulo para la historia de la música y su impronta generacional, quedando a la deriva en abril de 1994 —cuatro meses antes de Woodstock 94— cuando Cobain acabó su vida con un balazo.
El legado de Kurt Cobain
Así, el duelo, las angustias y la soledad de aquella generación que cinco años atrás perdió a uno de sus ídolos, encontró en Woodstock 99 la oportunidad de drenar la euforia adolescente, yendo en contra de todo lo que el festival, los postmoderno y Cobain profesaban.
The Kids Aren’t Alright
Aunque la producción no escatima en mostrar las luces y sombras de las ediciones pasadas, el guion hace hincapié en reconstruir y denunciar uno de los rasgos más característicos y deleznables de Woodstock 99: los abusos sexuales perpetrados a más de un centenar de mujeres a lo largo del festival.
Entre los entrevistados se encuentra una de las víctimas, quien revela que, pasados varios años del festival, creó una página web con la intención de saber si alguna otra mujer, además de ella, había sido abusada entre los días 22 y 25 de julio del 99.
La recepción fue tan abrumadora como escandalosa, poniendo en evidencia cómo la filosofía detrás del nombre Woodstock quedó empañada por una organización deficiente y los desmanes de una generación furibunda y temerosa, que despidió el milenio sin pena ni gloria.
The Offspring advierte sobre abusos
Rubén Machaen