El hilo conductor que ha caracterizado el gobierno de López Obrador es la búsqueda de concentración de poder en la figura presidencial. El mandatario federal se ha lanzado contra todo elemento que pueda representar un contrapeso a su poder. AMLO tiene ya dominada la mayoría legislativa en ambas cámaras y se ha lanzado contra el Poder Judicial. El ejemplo más claro fue el intento de extender el periodo de mandato de Arturo Zaldívar como presidente de la Suprema Corte hasta 2024 para implementar la reforma judicial, intento que detuvo la propia Corte al declararlo inconstitucional.
De igual manera, López Obrador se ha lanzado contra los órganos autónomos constitucionales, eliminando el Instituto Nacional para la Evaluación de la Educación (INEE), imponiendo a una persona leal en la Comisión Nacional de Derechos Humanos (CNDH) y eliminando en los hechos la autonomía de los órganos reguladores del sector energético.
Otros organismos han resistido mejor el los ataques del autoritarismo presidencial, como el Instituto Nacional Electoral (INE), el Instituto Nacional de Transparencia, Acceso a la Información y Protección de Datos Personales (INAI) y el Banco de México.
Mientras tanto, el Ejército mexicano recibe cada día más responsabilidades que lo van haciendo más necesario para el funcionamiento de la administración pública y la entrega de bienes y servicios a la población. Los soldados patrullan las calles, distribuyen vacunas, construyen aeropuertos, refinerías y trenes, entregan libros de texto, siembran árboles y, desde la semana pasada, pronuncian discursos declarando lealtad al movimiento político de López Obrador.
El presidente promueve todos los días en su conferencia matutina la polarización política en México, fomentando la formación de dos bandos irreconciliables, uno a su favor y otro en su contra. El presidente considera enemigos que deben ser eliminados a todos aquellos que no se plieguen a su movimiento: partidos políticos de oposición, organizaciones de la sociedad civil, prensa crítica, instituciones de educación superior y hasta ciudadanos de a pie que no tengan fe ciega en él.
La concentración excesiva de poder nunca es buena noticia; en la práctica, significa la anulación de la democracia y es la ruta más directa al autoritarismo. Acompañar la concentración de poder de empoderamiento del Ejército no puede ser buena noticia ni siquiera para el autócrata civil.
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