1. El mito del “si no respondo el mundo se detiene”
En marketing digital vivimos con la idea de que si no estamos pegados a la pantalla, el algoritmo de Meta o Google se caerá en pedazos y todo será nuestra culpa. La realidad es que ni Zuckerberg ni Google están pensando en ti cuando decides desconectarte.
Tomar vacaciones no significa abandonar la estrategia, sino reconocer que un cerebro cansado crea menos ideas brillantes y más copies de “¡Descubre la promo que estabas esperando!”.
2. Creatividad en modo recarga
La creatividad no es un grifo que se abre a voluntad. Los mejores insights llegan cuando tu mente está en reposo: en la playa, en un museo o incluso en la fila para los tacos. Vacacionar permite que la inspiración vuelva a fluir y que regreses con propuestas frescas, no con los mismos tres memes reciclados de siempre.
3. Profesionalizar la salida, no el drama
Irse de vacaciones no es desaparecer como Houdini: es planear. Deja calendarizados los posts, automatiza campañas y comparte un mini manual de “qué hacer si Facebook vuelve a cambiar todo”.
Si lo dejas todo cubierto, tu ausencia no se sentirá como un apocalipsis digital, sino como una transición ordenada.
4. El síndrome del WhatsApp laboral
Muchos marketeros dicen “sí me voy, pero cualquier cosa me escriben”. Error. Eso no son vacaciones, es home office en shorts. Aprende a poner límites con un mensaje automático: “Estoy fuera, descansando y recuperando neuronas. Te contesto cuando regrese”. Créeme, la humanidad sobrevivirá.
5. Volver con más luz (y menos ojeras)
Al regresar, notarás que los KPIs siguen ahí, las métricas no huyeron y tu equipo aprendió a resolver sin ti. Y lo mejor: regresarás con energía para venderle al cliente que su logo sí puede ser más pequeño en el banner. Porque unas vacaciones bien tomadas no son un lujo, son parte de un trabajo profesional y sostenible.
¿Y tú, qué opinas?
Karina González