En el universo digital, donde cada foto parece sacada de una revista y cada historia cuenta una vida perfectamente editada, mantener una imagen “aesthetic” se ha convertido casi en una obligación. Las redes sociales ya no son solo espacios para compartir momentos, sino escaparates donde la estética se confunde con la autenticidad.

La palabra aesthetic —que en inglés significa “estético”— se transformó en sinónimo de estilo, armonía y perfección visual. En Instagram, TikTok o Pinterest, todo parece tener una paleta de colores cuidada, una luz ideal y un mensaje inspirador. Pero detrás de esa perfección aparente, muchas personas sienten una presión silenciosa: la de proyectar una vida visualmente bella, aunque no siempre se sienta así.

Lo “aesthetic” se volvió una medida de valor digital. Mientras más coherente y cuidada sea una cuenta, más likes, comentarios y seguidores puede obtener. Esa lógica, sin embargo, puede convertir la creatividad en una competencia constante y la autenticidad en un reto. Muchas veces, lo que vemos en pantalla no es una vida real, sino una versión editada, filtrada y repetida hasta alcanzar el equilibrio perfecto.

El problema surge cuando empezamos a comparar nuestra cotidianidad con ese ideal imposible. Lo que antes era inspiración puede volverse frustración. Las redes, que deberían conectar, a veces terminan alejándonos de nosotros mismos, haciéndonos creer que no somos “suficientemente interesantes” si nuestra vida no luce como un tablero de Pinterest.

Pero la belleza real no siempre es ordenada ni simétrica. La autenticidad tiene su propio encanto: lo espontáneo, lo imperfecto, lo real. Cada vez más creadores están apostando por mostrar el “detrás de cámaras” de sus vidas, rompiendo con el mito de la perfección y recordando que el valor de compartir no está en la estética, sino en la verdad que transmitimos.

En un mundo donde todo se filtra y se cuida, atreverse a ser natural puede ser el acto más rebelde y liberador. Porque lo más aesthetic de una vida no está en cómo se ve, sino en cómo se vive.

Por : Andy I.