Por: Isaías ML
@Pistorey
En redes sociales se ha vuelto común ver a personas que, ante cualquier muestra de apoyo a Palestina, responden con un comentario tan absurdo como pretencioso: “¿Y siquiera sabes dónde está Palestina?”
Como si la capacidad de ubicar un territorio en un mapa fuera una condición indispensable para sentir empatía ante una masacre.
La falacia del “si no sabes dónde está, no puedes apoyar”
Esa lógica es tan débil que se desmorona con el más mínimo análisis. Bajo esa idea, si no sabes cuándo se domesticó por primera vez un perro o cuál fue su origen biológico, entonces tampoco podrías adoptar uno.
Si no sabes ubicar el Amazonas, ¿no puedes preocuparte por la deforestación? ¿Y si no ubicas Ucrania, no puedes condenar una invasión?
La empatía no se mide en coordenadas. No requiere una brújula ni un doctorado en geopolítica. Basta con entender que hay personas —niños, mujeres, ancianos— que están muriendo bajo bombas, sin refugio, sin salida y sin esperanza.
La verdadera falta no es de conocimiento, es de empatía
Decir que alguien no puede opinar o solidarizarse porque no sabe la ubicación exacta de Palestina en un mapa no es un argumento; es una manera torpe de evadir la incomodidad moral que provoca mirar el sufrimiento ajeno.
Es una forma de desviar la conversación, de hacerla superficial, de esconder la falta de empatía detrás de una aparente exigencia intelectual.
El verdadero problema no es la geografía, sino la deshumanización. No se trata de si sabemos o no dónde está Palestina, sino de por qué hay personas que, sabiendo perfectamente dónde está, son incapaces de sentir compasión por quienes no tienen otra opción más que sobrevivir entre escombros y explosiones.
Empatía antes que fronteras
Al final, no hace falta saber en qué punto del mapa está Palestina para entender lo que significa perderlo todo. Solo hace falta recordar que, antes que fronteras y banderas, somos seres humanos.