Una colaboración de Diego Severiano
Hoy, todos los mexicanos conocemos el sabor y aspecto del pan de muerto: su forma redonda con los huesitos que simulan la forma de una estructura ósea, y en el gusto un toque de naranja. Pero, históricamente no fue sino hasta mediados del siglo XX que este característico manjar se popularizó como hoy en día lo conocemos.
De acuerdo con la historiadora Milagros Cruz, el pan de muerto comenzó a comercializarse, tal como lo conocemos hoy en día, a mediados del siglo XX. Así quedó asentado, señala, en una nota publicada en el periódico El Informador de Guadalajara, donde el pan lucía en una fotografía como lo conocemos actualmente.
Un poco de historia
“Comenzaré por lo que todos en la cultura general sabemos acerca de este pan: tiene sus antecedentes supuestamente en la época prehispánica, no lo es, porque el pan lo traen los españoles de entrada. La harina de trigo no existía aquí y el Día de Muertos y la festividad tienen sus orígenes católicos y romanos. Realmente no es tan prehispánico como creemos. Quizá en Michoacán y Oaxaca, sí”, señala.
“Haciendo un rastreo, pude ubicar los orígenes del pan de muerto: hecho en forma de figuras de personas en Oaxaca y en Michoacán, estados muy representativos acerca de esta festividad del Día de Muertos. En el caso de Michoacán, se hacía la figura de personas, y se azucaraban”, dijo la doctorante en Historia.
Ingredientes
De acuerdo con Milagros Cruz, el pan de muerto tiene como ingredientes principales harina blanca, levadura y margarina. Sin embargo hay mucho qué decir en torno a su preparación.
“Los elementos del pan de muerto son los huesos y su sabor característico a naranja, sin eso, no es pan de muerto. No obstante, en Oaxaca su preparación es diferente, ya que está hecho a base de yemas de huevos de rancho (que son más amarillas) y un barnizado también con las yemas. Una forma menos conocida, pero más tradicional.
“La receta lleva como ingredientes harina blanca, levadura y margarina. Es sumamente azucarado porque decían que llevaba glasé y encima más azúcar; esto tiene que ver con el contexto de la época”.
Sobre el uso del azúcar, señala la historiadora, hay detrás un contexto mercantil.
“El azúcar no era un ingrediente de las mesas mexicanas, y entraba en una contienda comercial con el piloncillo y con otros endulzantes naturales, por lo que se buscó posicionarlo en los paladares mexicanos. Entonces no es muy fortuito que esta receta de los años 50 particular en el 54, llevara tanto azúcar”, señala.
Para promocionarlo “además usaban adjetivos como ‘esta receta la puedes hacer en casa de manera higiénica y económica’. Higiénico es un concepto de la época. Ahí ya se empieza a ver cómo esta cuestión de la comercialización en masa”, dice.
“En mi investigación, me percaté que buscaban sustituir ingredientes originales del pan de los años 40 en Oaxaca, que llevaba como aromatizantes tipo el anís o el azahar; una década después cambiaron a ingredientes con ralladura de naranja, una variante también es la sal. Hoy, en la forma que conocemos el pan de muerto, el sabor a naranja es básico”, puntualizó Milagros.
Hoy en día, podemos encontrar este manjar en su preparación tradicional y azucarada, así como en diversas formas creativas, de manos de panaderos que afloran su imaginación para hacerlos en forma de gatitos, salados con tocino y cebolla caramelizada; además de otros más comunes, de Nutella, chocolate o con alguna crema deliciosa.
Dato curioso
De acuerdo con la historiadora, el pan de muerto también tiene que ver con las migraciones a la capital del país.
“Hay que tomar en cuenta el contexto del milagro mexicano, que fue de los años 40 a los setentas, y que produjo que masas de obreros y campesinos llegaran a las grandes ciudades. No hay que olvidar que la Ciudad de México tiene muchos migrantes de Oaxaca. En Jalisco tenemos muchos migrantes de Michoacán. Entonces, es posible que estas tradiciones hayan venido con este contexto”, dice.
Finalmente, la doctorante afirmó que la tradición a las festividades del Día de Muertos es muy propia de los mexicanos, ya que a través de rastreo concluye lo siguiente: “solemos ver la muerte como algo lúdico. Nos burlamos supuestamente de ella y lo demostramos en el Día de los Muertos. Con todos los elementos que ponemos en el altar. Hasta donde yo he encontrado, sí es muy propio de aquí de México. Se ganó un lugar en el patrimonio de la UNESCO en 2008”.