Una crítica feminista al discurso de Chicharito Hernández
En los últimos días hemos visto como el futbolista Javier “Chicharito” Hernández ha compartido una serie de videos, en sus redes sociales, donde promueve una visión de la masculinidad y la feminidad profundamente marcada por estereotipos de extrema derecha. Sus palabras, están claramente disfrazadas de consejos sobre “energía masculina” y “liderazgo natural del hombre”, y han llegado a revivir un discurso que durante siglos ha sido utilizado para justificar la desigualdad de género y la opresión femenina.
En este articulo, se plantea analizar desde la crítica literaria feminista, como este discurso repetido en todos los medios de comunicación masivos como novelas, películas, cuentos, en donde la mujer tiene un papel sumiso, pasivo, emocional, de cuidadora y dependiente, alcanza su única plenitud a través de servir, complacer y obedecer a un hombre “proveedor y fuerte”.
Un estereotipo con historia
A lo largo de la literatura clásica y popular, desde las novelas escritas por entregas como Madame Bovary o mucho antes hasta las narrativas actuales en canciones escritas por hombres, los personajes femeninos siempre están en función del deseo, conflicto o crecimiento de un hombre.
Este discurso hecho por masculinidades se ha reproducido en los últimos videos en donde Chicharito invita a las mujeres a limpiar, cuidar, nutrir el hogar [y…] permitirse ser lideradas”. El molde hecho por el sexismo benévolo se reproduce cuando Chicharito invita a las mujeres a “multiplicar, limpiar, cuidar, nutrir el hogar” y “permitirse ser lideradas”. Perpetuando así una idea que se sale de la ficción y las pantallas, incrustando una ideología gastada en las masculinidades frágiles y borrando el proceso de las olas feministas de los últimos años.
¿Por qué este discurso es de alto riesgo?
Las mujeres en la actualidad son personas que además de tener un trabajo remunerado, mayormente deteriorado por una brecha salarial enorme, tienen obligaciones domésticas no pagadas. Este tipo de discursos, machistas y retrógrados, refuerza la idea de que su valor reside únicamente en su rol doméstico no remunerado. Además invisibiliza su valor fuera del hogar y culpabiliza a quienes han tomado caminos distintos a la idea tradicional.
A diferencia de lo que la mayoría de las personas podrían pensar, para los hombres este discurso también es nocivo, pues los obliga a encajar en una narrativa de masculinidades frágiles, rígidas, el poder y el control, alejándose de sus emociones y de su vulnerabilidad.
¿Cómo evitar este discurso?
Cuestiona los absolutos: cada vez que alguien diga “las mujeres son…” o “los hombres deben…”, hay que frenar. La realidad humana es diversa y compleja.
Revisa las historias que consumes: ¿Qué roles ocupan las mujeres en tus series favoritas? ¿Y los hombres? Identificar estereotipos ayuda a romperlos.
Da lugar a otras voces: escucha a mujeres feministas, a hombres que se cuestionan la masculinidad, a personas no binarias. Ampliar el espectro cambia el guion.
Haz comunidad: en lugar de buscar “líderes” que den certezas, busca alianzas que construyan desde la empatía y la corresponsabilidad.
El feminismo no busca que las mujeres “manden a los hombres”, sino romper esa lógica jerárquica de raíz. Invita a pensar las relaciones desde la horizontalidad, el cuidado mutuo, la autonomía compartida. Es una propuesta para liberarnos, no para intercambiar cadenas.
Así que sí, limpiar puede ser hermoso, cuidar también. Lo que no es hermoso es que eso se espere solo de una parte, ni que se justifique con biología, energía o “naturaleza”. El problema no es limpiar: es que nos lo impongan.