El 5 se septiembre, la jefa de gobierno de la Ciudad de México, Claudia Sheinbaum, anunció que la estatua de Colón que hasta hace un año se ubicaba sobre Paseo de la Reforma no volvería a su pedestal.

El año pasado se retiró por “motivos de restauración”, pero se cree que la verdadera razón fue protegerla de daños que podía sufrir por la conmemoración del “Día de la Raza”, el 12 de octubre. Sheinbaum anunció que en su lugar se colocará la escultura “Tlali”, alusiva a una mujer indígena. 

El anuncio despertó un intenso debate con argumentos a favor y en contra. De un lado, Sheinbaum aseguró que el cambio se hace “en reconocimiento a los quinientos años de resistencia a las mujeres indígenas de nuestro país”. Del otro lado, una de las críticas más representativas (compartida por muchos) vino del polémico ex senador panista Javier Lozano, quien declaró que el acto es un intento por cambiar la historia y “lo que somos”. 

¿Por qué derribar monumentos?

Tirar estatuas e imágenes veneradas no tiene nada de novedoso. Se ha hecho desde hace años. En ejemplos no tan lejanos basta recordar cuando se derribaron esculturas de Hitler por toda Alemania después de la Segunda Guerra Mundial o cuando el ejército estadounidense tiró una enorme estatua  de Sadam Hussein tras ocupar Bagdad en 2003. 

Desde el año pasado, se han derribado esculturas de Cristóbal Colón en numerosas ciudades de Latinoamérica y Estados Unidos. Estas acciones se han realizado bajo la idea de bajar del pedestal a una figura vinculada con el colonialismo y las atrocidades que lo acompañaron, como el racismo y la explotación de los pueblos originarios. 

A diferencia de lo que piensa Lozano y los críticos que comparten su opinión, el objetivo no es borrar la historia, sino dejar de celebrar a uno de los protagonistas de un proceso histórico que llenó de agravios a los pueblos originarios. No se trata de no enseñar en las escuelas la llegada de los europeos al continente que hoy llamamos América, sino de no celebrar a individuos que cometieron atrocidades. 

¿Entonces Sheinbaum acertó en quitar a Colón? 

No tan rápido. Quitar un monumento que para muchos evoca sufrimiento puede ser positivo, pero hay diferentes formas de hacerlo. 

¿En qué se equivocó? 

  • Primero, Sheinbaum tomó la decisión de forma arbitraria, sin consultar con grupos indígenas, organizaciones de la sociedad civil o historiadores, por mencionar a algunos. 
  • Segundo, la jefa de gobierno eligió al artista (Pedro Reyes) también arbitrariamente y aprobó la escultura sin que hubiera un concurso de por medio.
  • Tercero, la obra tiene elementos cuestionables, como ha señalado la escritora y activista mixe Yásnaya Aguilar, los cuales se describen a continuación. 

Aguilar apuntó que el monumento lleva el nombre nahua Tlali, que significa tierra, pero la mujer a la que se representa es olmeca. Podemos decir que este hecho revela ignorancia de quienes participan en el proyecto y, paradójicamente, es irrespetuoso, porque mezcla culturas sin importar las diferencias entre pueblos nahuas y olmecas, bajo la muy occidental y colonialista idea de que todo lo indígena es igual. 

Aguilar también criticó un aspecto machista de la obra, pues cuando se representa a hombres normalmente se hacen figuras de individuos concretos, en este caso Cristóbal Colón. En cambio, al representar mujeres es común hacer alusiones genéricas, como “la madre” o, este caso, “la indígena”. 

Si quiere reevaluar la historia, que sea con todos, doctora Sheinbaum.