Cansancio crónico, jefes insufribles, trámites eternos y una renta que se lleva medio sueldo. Bienvenidxs a la adultez contemporánea: esa etapa donde sobrevivir ya es un logro.
Cuando éramos niñxs, queríamos crecer. Pensábamos que la adultez venía con libertad, dinero, independencia y decisiones propias. Spoiler alert: nadie nos dijo que eso también incluía despertarse con dolor de espalda, pagar impuestos y aprender a convivir con el burnout.
Ser adulto hoy no es como nos lo vendieron. No hay un ritual de paso claro, ni un momento en el que digas: “Ahora sí, soy adultx”. A veces lo descubres cuando compras tu primer garrafón de agua. O cuando prefieres quedarte en casa un viernes. O cuando lloras frente al Excel porque ya no puedes más.
Y no es solo una sensación personal: los números lo respaldan.
Según la Organización Mundial de la Salud (OMS), los trastornos de ansiedad y depresión han aumentado un 25% desde la pandemia, afectando especialmente a personas de entre 18 y 35 años. En México, la Encuesta Nacional de Bienestar Autorreportado (ENBIARE) de INEGI reveló que casi el 50% de los adultos jóvenes reporta sentirse cansado o con poco interés por las cosas gran parte del tiempo.
A eso súmale la precariedad laboral: de acuerdo con el Observatorio de Trabajo Digno, 6 de cada 10 jóvenes en México ganan menos de 8,000 pesos al mes, y casi el 40% trabaja sin contrato formal ni prestaciones básicas. Es decir: no hay estabilidad, pero sí presión por rendir como si todo estuviera bien.
Hoy, la adultez parece ser esto:
- Vivir para trabajar (y no al revés).
- Enfrentarse a jefes que confunden liderazgo con abuso de poder.
- Navegar un sistema económico que exige productividad pero no garantiza estabilidad.
- Sentir que todo es urgente, todo es caro y nada es suficiente.
Y sin embargo, en medio de todo eso, también hay otra cara. Porque ser adulto no es solo aguantar. También es:
- Aprender a poner límites (aunque a veces cueste).
- Valorar una siesta como oro puro.
- Elegir con quién estar (y con quién no).
- Encontrar pequeñas rutinas que te salvan el día.
- Saber que llorar en el súper no te hace débil, sino humano.
Ser adulto hoy es raro. Es duro. Pero también es profundamente humano. No hay un manual, ni una meta final. Solo está el intento constante de no perdernos en el caos, de encontrarle sentido a lo cotidiano y, con suerte, reírnos en el proceso.
Así que si estás cansadx, frustradx, sintiendo que no puedes más: no estás solx. Esto también es adultez. Y a veces, solo a veces, también puede ser bonito.