El filósofo francés dedicó su obra a re pensar el concepto de comunidad; estudiar los embates de la (para entonces) incipiente globalización y, en el último año de su vida, el virus y la dinámica del confinamiento
La muerte de Jean-Luc Nancy (1940-2021) pone fin a una estética de análisis y pensamiento profundamente ligada al siglo XX. Aunque el pensador francés se consideraba discípulo de las ideas de filósofos como Martin Heidegger, Jacques Derrida y Maurice Blanchot, su interrogante sobre el ser (pregunta básica de la filosofìa) estuvo más guiada al concepto de comunidad e identidad, en términos de nacionalismos y extranjerías.
Remembering French philosopher, Jean Luc-Nancy (2014-2021) https://t.co/qCylmqZHli #RIP #KeepUP #readUP #jeanlucnancy #Corpus #sensorystudies #FrenchPhilosopy pic.twitter.com/t21gfKRSZ6
— Fordham Press (@FordhamPress) August 25, 2021
A lo largo de su obra, esta línea de pensamiento se vio reforzada, precisamente, por los embates del siglo XX, cuyas guerras mundiales, dictaduras y democracias, cambiaron el rumbo de lo que, hasta entonces, la humanidad daba por sentado. Estos temas no solo influenciaron el pensamiento de Nancy, sino de su colega Edgar Morin (quien acaba de cumplir 100 años), nombre de cabecera en temas de educación y acceso al conocimiento.
En 2020 escribió y publicó el ensayo Un virus demasiado humano (título que dialoga directamente con Nietzsche, otra de sus grandes influencias) en el que problematiza la idea de divinidad y el concepto de política en el mundo actual, siendo la pandemia el reflejo más evidente de cómo “lo viviente” es más complejo de lo que la sociedad (la vida) comprende y representa. “Las sociedades hoy no están enfermas solo del virus, sino que adolecen todo un desacople social. Claramente, la democracia está ligada a la mutación occidental, porque la democracia griega es la desaparición de todo orden mítico-divino”, afirmó.
Casi un año después de esta publicación, Nancy murió en su casa de Estrasburgo, dejando como legado un centenar de libros y una línea de pensamiento que, aunque propia del siglo XX, incorporó matices del XXI y su revolución digital e informática en la que, “la piel frágil del mundo”, como alguna vez escribió, seguirá cambiando, y con ella, también, las sociedades modernas.