Por: Isaías ML

@pistorey

Esta semana, la Liga MX anunció que está considerando implementar tandas de penales en caso de empate durante los partidos de la temporada regular. La noticia ha generado un intenso debate entre aficionados y expertos, con opiniones divididas sobre si esta medida podría revitalizar el espectáculo del futbol mexicano. 

Para algunos, la emoción de los penales podría ser un aliciente que mantenga a los espectadores al borde de sus asientos hasta el último minuto. Sin embargo, por más emocionante que parezca, esta idea sólo sirve como una distracción superficial que enmascara los problemas profundos que aquejan al futbol mexicano. 

Es innegable que el espectáculo podría mejorar, pero no debemos engañarnos: el verdadero problema no radica en la emoción de los 90 minutos o en la falta de adrenalina durante los empates, sino en la mediocridad sistémica que ha caracterizado a la Liga MX durante años.

El futbol mexicano necesita mucho más que tandas de penales para mejorar. En primer lugar, es crucial que se dé un verdadero impulso a las fuerzas básicas. No podemos seguir dependiendo de jugadores extranjeros o de talentos que se forman fuera del país para sostener a nuestros equipos. 

Las fuerzas básicas deberían ser el corazón del futbol mexicano, donde se cultiva y desarrolla el talento local desde edades tempranas. Sin embargo, lo que vemos es una falta de inversión y de visión a largo plazo. Los equipos prefieren apostar por jugadores extranjeros que ya vienen con cierta experiencia, lo cual, aunque puede dar resultados inmediatos, no construye un futuro sólido para el futbol nacional. 

Esto nos lleva a otro de los grandes problemas: la sobrepoblación de jugadores extranjeros en los equipos. Si bien es cierto que la competencia internacional puede elevar el nivel de los jugadores locales, la realidad es que, en muchos casos, se les quita espacio a los jóvenes mexicanos que necesitan minutos y oportunidades para desarrollarse. Limitar la cantidad de extranjeros en la cancha no es una medida xenófoba, sino una estrategia necesaria para dar prioridad al talento nacional que, en demasiadas ocasiones, se queda rezagado.

Además, no podemos ignorar el tema de la corrupción, que sigue siendo una sombra persistente sobre el futbol mexicano. Los escándalos de corrupción, desde amaños de partidos hasta el manejo poco transparente de los recursos en los clubes, han minado la credibilidad y el desarrollo del deporte en el país. 

Si queremos un futbol de calidad, es imperativo que se establezcan mecanismos claros y eficaces para combatir la corrupción, garantizando que el talento y el esfuerzo sean los que determinen el éxito, y no las influencias o los intereses económicos ocultos.

Es triste ver cómo, ante todos estos desafíos, los directivos parecen más interesados en emular modelos de espectáculo como la Leagues Cup, donde lo que importa es atraer más audiencia y generar mayores ganancias a corto plazo. 

Y es que, en lugar de enfocarse en fortalecer el talento nacional y en crear una liga más competitiva y transparente, se concentran en copiar fórmulas de otros países, olvidando que el verdadero éxito del futbol mexicano dependerá de lo que se haga dentro de nuestras fronteras. 

La implementación de penales en caso de empate podría ser emocionante, pero no debemos dejar que este tipo de medidas nos desvíen de los problemas estructurales que realmente necesitan ser resueltos para que el futbol mexicano deje de ser mediocre y se convierta en un verdadero semillero de talento y competitividad a nivel internacional.