En un mundo donde todo parece inmediato —las respuestas, las decisiones, el amor— a veces olvidamos que lo más valioso necesita tiempo. Las relaciones sexoafectivas no son la excepción.
No hay una fórmula única ni un calendario universal que dicte cuándo debes sentirte listx para avanzar, comprometerte, soltar o incluso enamorarte. Cada vínculo tiene su propio ritmo, y eso no solo es válido: es necesario.
Hay quienes se enamoran en días, y quienes tardan meses en bajar la guardia. Hay relaciones que fluyen rápido y otras que necesitan pausas, distancias, silencios. No hay una forma correcta, pero sí hay algo fundamental: respetar los tiempos propios y los de la otra persona.
Desde la psicología emocional, forzar procesos puede generar ansiedad, desconexión o incluso sabotaje. Saltarse etapas —ya sea por miedo a perder a alguien o por presión social— puede hacer que la relación se construya sobre expectativas, en lugar de sobre lo que realmente hay.
Tomarte tu tiempo no es inmadurez. No querer ir tan rápido no significa falta de interés. Preguntarte si estás listx para algo, es una forma de cuidado. A veces, el tiempo es la diferencia entre una relación que arde y se apaga, y una que crece con raíces fuertes.
Respetar los tiempos también es una forma de amor
Amor por ti y por la otra persona. Porque esperar no siempre es quedarse quietx. A veces es simplemente reconocer que vale la pena ir lento si eso significa ir con verdad.
Así que no, no hay nada de malo en tener tiempos. Lo que sí es peligroso es ignorarlos.