En los últimos años, se han transformado en mucho más que escenarios llenos de música. Hoy, ir a un festival es casi un ritual social, una forma de expresarte, de desconectarte del día a día y reconectar con todo lo que te hace sentir vivo.
Sí, claro, seguimos yendo por los artistas, pero también por la vibra, la gente, la moda y la experiencia completa. Cada vez más, los festivales son espacios donde convergen distintas culturas, estilos de vida y movimientos. En un mismo lugar puedes ver a alguien bailando techno, otro vendiendo arte hecho a mano y otro más grabando contenido para sus redes.
El público ya no busca solo escuchar música, sino vivir algo. La decoración, la comida, los espacios “instagrameables” y la propuesta artística importan tanto como el cartel principal. En eventos como Coachella, EDC o Ceremonia, el ambiente visual y el mensaje que transmiten se vuelven parte de la identidad del asistente.
Y eso es lo interesante: los festivales reflejan la cultura del momento. Nos hablan de lo que valoramos —la inclusión, la diversidad, el arte, el autocuidado, la sostenibilidad— y de cómo queremos vivir nuestras pasiones.
Así que sí, seguimos amando la música, pero ahora los festivales son mucho más que eso: son una mezcla de arte, comunidad y expresión personal. En pocas palabras, una experiencia cultural que se baila, se comparte y se recuerda.
Por : Andy I.
				
				
  
    




