1. Acuerdos claros, amistades largas
Nada más incómodo que asumir que tu amigo del escritorio sabe que el microondas no es para recalentar pescado… Crear acuerdos en la oficina es como ponerle reglas a una convivencia: evitan malentendidos y promueven el respeto. 

Desde definir cómo se manejan los horarios, hasta acordar cómo se dan (y se reciben) los comentarios. ¿La clave? Que todos estén de acuerdo desde el inicio, sin dramas y con apertura.

2. La comunicación no se adivina
¿Sabes qué no funciona? Esperar que tus colegas lean tu mente. La comunicación clara y honesta —sin sarcasmos pasivo-agresivos— puede hacer magia. ¿Te molestó algo? Dilo con respeto. ¿Te encantó cómo resolvió alguien un problema? Elogia. Hablar bien (y a tiempo) construye confianza y evita que las tensiones se acumulen como tazas sucias en la oficina.

3. Humor: el lubricante social más efectivo
Un buen chiste a tiempo puede salvar el día. El humor (bien intencionado, obvio) reduce el estrés, fomenta la creatividad y rompe el hielo en esos lunes difíciles. No se trata de convertir la oficina en un stand-up, pero sí de permitir que las risas existan. Después de todo, la productividad y el buen ánimo no son enemigos.

4. Empatía: ese superpoder infravalorado
No todos tienen un buen día todos los días, y eso está bien. Practicar la empatía —ponerse en los zapatos del otro, aunque sean unos crocs feos— hace que el ambiente sea más humano. 

Preguntar “¿cómo estás?” y realmente escuchar puede hacer la diferencia. Un equipo que se cuida es un equipo que crece.

Karina González

¿Y tú, qué piensas?